Quartett en el Colón
Teatro Colón
Viernes 19 de Junio de 2015
Escribe: Alejandro A. Domínguez Benavides
"Quartett", ópera épica en un acto
Luca Francesconi - Texto y música.
Allison Cook- Marquesa de Merteuil
Robin Adams - Vizconde de Valmont
Iluminación de Marco Filibeck
Proyecciones de Franc Aleu
Escenografía de Alfons Flores
Vestuario de Lluc Castells
"Régie" de Álex Ollé (La Fura dels Baus)
Orquesta Estable del teatro Colón (Brad Lubman).
Nuestra Calificación: Regular
Ocho en punto sale el director. Aplausos. Se abre el telón y un torrente de nubes oscuras se suceden en la pantalla, avanzan y retroceden. Aguardamos. El director de la Orquesta Estable también. Por momentos no sé dónde estoy, si en el teatro Colón o aguardando que comience La Tempestad dirigida casi a la misma hora por Robert Sturua en el Complejo Teatral de Buenos Aires. El director se retira. Se cierra el telón. Vuelve a salir. Se abre el telón. Las nubes nuevamente presagian la tormenta. El público comienza a inquietarse, desde las alturas se escucha algún grito, hay un intento tímido de batir palmas, enseguida se acalla. Hay problemas con el sonido―dicen―. Parece un chiste. ¿El sonido? Un teatro de ópera con excelente acústica… en fin. Ya habían pasado casi veinte minutos. El desperfecto se solucionó.
Siempre fantaseo con la pregunta: qué pasaría si de pronto un apagón volviera negras las pantallas de teléfonos, computadoras y todos los dispositivos tecnológicos ¿quedarían paralizados como el director de la orquesta estable? Este traspié técnico fue una metáfora de una temporada lírica que abrió con altibajos y continua sin rumbo.
Una excelente puesta en escena…
Los nubarrones se disiparon en la pantalla y se abrió una vista aérea de Paris que fue descendiendo hasta un edificio y una ventana y cuando se abrieron presenciaremos "una ópera violenta, sexual, blasfema ―como la describió Luca Francesconi― aquí no hay piedad. Los únicos personajes en escena son la personificación del cinismo, y se han jurado no amar jamás".
La acción de la pieza está reducida a los dos antagonistas repulsivos, que viven su prisión existencial ―cifradasólo en una batalla violenta del poder sexual ― en un cuadro negro con puntos de fuga distorsionados, suspendido en medio del escenario. Àlex Ollé lleva a cabo un trabajo admirable plasma la dramaturgia de Heiner Müller en su texto espectacular y los actores responden acabadamente a su trabajo detallista e incisivo: cambio de roles, de personajes, un realismo desmesurado marcado por las obscenidades. Robin Adams y Allison Cook son dos excelentes actores que vienen representando a sus personajes desde 2011 cuando se estrenó en el Teatro alla Scala. La marcación de Olle es impecable y su parafernalia ―cuando comenzó a funcionar― fue imparable imágenes, juegos fotográficos que se repetían como una pesadilla y proyecciones muy cuidadas que creaban una creciente ilusión visual. Un espectáculo teatral excelente. La música de esta ópera siglo XXI, por lo menos en este caso, solamente acompañó la imaginería del regisseur y las voces, lamentablemente, no las puedo evaluar me hubiese gustado escuchar a los cantantes sin micrófonos.
Mucho público se retiró de la sala, otros aguardaron hasta el final se escucharon abucheos pero los aplausos los aplastaron. La “cultura visual” ganó la partida.
© Alejandro A. Domínguez Benavides.