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Con el Mozarteum en el Teatro Colón

 

Cautivador concierto Budapest Festival Orchestra

 

Teatro Colón

Viernes 26 de Junio de 2015

 

Escribe: Andrés Hine

 

Programa

Sergei Prokofiev

- Obertura sobre Temas Hebreos, Op 34

- Concierto para piano y orquesta No. 1 en Re bemol mayor, Op 10

 

Maurice Ravel

- Pavana para una infanta difunta

- Concierto para piano y orquesta en Sol Mayor

 

Johannes Brahms

- Sinfonía No. 4 en Mi Menor Op. 98

 

 

Budapest Festival Orchestra
Director: Ivan Fischer
Solista: Alexander Toradze (piano)

 

 

En un concierto de alta categoría, correspondiente al Primer Ciclo del Mozarteum Argentino, se presentó en el Teatro Colón, la Budapest Festival Orchestra, bajo la batuta de su director Iván Fischer con la participación del pianista Alexander Toradze. El orden en la cuál se presentaron las obras varió ligeramente del programa impreso, al ejecutarse primero las dos obras de Prokofiev, seguidas por las dos de Ravel.

 

El primer detalle que se pudo discernir, antes de que se tocara un sola nota, fue la distribución de los instrumentos. Si se imagina un semicírculo de las cuerdas, mirando hacia la orquesta, a la izquierda se encontraban los primeros violines seguidos por los violonchelos hasta la línea media, después las violas y finalmente los violines segundos. Detrás del semicírculo se encontraban los vientos, y al fondo en una línea, los contrabajos y la percusión. Este arreglo tiene la desventaja que los violines segundos proyectan el sonido 'hacia atrás' del escenario, pero ésto se ve compensado por una distribución más pareja de los contrabajos.

 

La versión original de la Obertura sobre temas Hebreos está compuesta para la inusual combinación de cuarteto de cuerdas, clarinete y piano. En esta versión orquestada por el compositor, el piano no participó, pero el clarinete fue ubicado en una posición destacada, al frente de la orquesta, sobre la banqueta donde tomaría su lugar en unos momentos más, el pianista. Su labor fue encomiable0, combinando bien con la orquesta que supo ayudar a destacar los pasajes solistas.

 

El Concierto No. 1 para piano de Prokofiev, compuesto entre 1922 y 1912, es el más corto de sus cinco conciertos para piano, durando aproximadamente sólo 15 minutos. Pero son 15 minutos intensos, de gran energía, donde el pianista Alexander Toradze sedujo con la redondez y caudal de su sonido, superando holgadamente las dificultades de la obra. Su versión mostró interés, relieve, imaginación y fraseo elegante

 

A continuación se escuchó la Pavana para una infanta difunta, obra de 1899, también originalmente compuesta para piano y orquestada en 1910 por el compositor. Proporcionó un fuerte contraste estilístico con la obra anterior, siendo la intención del compositor de que se utilicen tiempos lentos, dando una sensación de tranquilidad, con armonías normales, expresividad sutil y una bella melodia. La orquesta se adaptó sin ningún inconveniente a este cambio estilístico.

 

Antes de comenzar el concierto para piano de Ravel nos encontramos con un nuevo arreglo en la distribución de la orquesta. El piano se llevó unos metros para atrás y adelante de él se ubicaron los vientos, con la excepción de los cornos y trompetas. Para el público ubicado en la platea, el piano desapareció de vista. En esta obra se puede apreciar la influencia que tuvo el jazz sobre el compositor durante su estadía en los Estados Unidos en 1928. Los rítmos y las armonías típicas de esta forma musical, que fueron muy populares en París en la época de su composición, permean la partitura, con pasajes melodiosos que atraen recuerdos del Rhapsody in Blue de Gershwin. El pianista Alexander Toradze nuevamente demostró su ilimitada vitalidad y desbordante energía. Posee un dominio del instrumento fuera de lo común, acoplado a una técnica excepcional. Imprimió en su interpretación un ritmo y una fuerza difíciles de resistir. Fue hábilmente acompañado por Ivan Fisher quien manejó la orquesta de tal forma que permitió el lucimiento del solista.

 

En la segunda parte se escuchó la Sinfonía No. 4 en Mi menor, de 1884 que fue la última compuesta por Brahms. El primer movimiento es apasionado y dramático mientras el segundo tiene aires de un requiem. El tercer movimiento, que es más alegre, es el único en las sinfonías de Brahms que se puede considerar como un verdadero scherzo. El cuarto y último movimiento se distingue por ser un raro ejemplo de una passacaglia sinfónica, semejante a una chaconne. Notable fue la prestación orquestal en esta vibrante obra con una traducción detallista, cuidada y refinada, con dinámicas apreciables. Estupendo el sentido del ritmo en el segundo movimiento, así como su pulimiento y transparencia instrumental. Una cuerda compacta, sedosa y dúctil que ofreció magníficos pianisimos, así como unas maderas siempre afinadas y precisas.

 

Agradeciendo los calurosos aplausos del público, la orquesta se convirtió en un coro y cantó una versión del tango 'Por una cabeza' de Gardel y Le Pera. Aunque contrastó musicalmente con las complejas obras que se acababan de escuchar, fue un gesto simpático por parte de la orquesta que se había tomado el trabajo de aprenderlo en castellano.

 

En conclusión, otra velada de gran jerarquía organizada por el Mozarteum, con pianista, orquesta y director de primera línea.