La Nacional, con Diemecke y el Coro Polifónico
UN MAHLER GRANDILOCUENTE
Sala Ballena Azul
Viernes 10 de Julio de 2015
Escribe: Carlos Ernesto Ure
Mahler: Sinfonía Nº 2, en do menor, "Resurrección".
Soledad de la Rosa, soprano
Florencia Machado, mezzo,
Coro Polifónico Nacional (Roberto Luvini)
Orquesta Sinfónica Nacional (Enrique Arturo Diemecke).
La Orquesta Sinfónica Nacional volvió a presentarse el viernes en "La Ballena Azul", su flamante y magnífico recinto ubicado en el segundo piso del Centro Cultural del ex Palacio de Correos, y en esta ocasión, y siempre con mucho público, la velada estuvo consagrada por entero a la Sinfonía "Resurrección", de Gustav Mahler.
Epidérmicos fortísimos
Digamos de manera inicial que el concierto quedó definido por el sello que le impuso el director mejicano: de sonoridad atronadora en demasiados momentos (como si ello fuera sinónimo de comunicatividad intensa), énfasis ampulosos y una n-toria preterición de las gamas intermedias, la versión de Arturo Diemecke se caracterizó por su soslayo de matices, la linealidad del fraseo y ostensible ausencia de un hilo conductor unitario en materia conceptual.
Además de ello, Diemecke, que condujo sin partitura, sin batuta y con rigidez dinámica, superó notoriamente y más de una vez los umbrales máximos de decibeles previstos por el código local, y presidió múltiples fragmentos de fortísimos macizos, en los que las cuerdas (diáfanas cuando se las pudo escuchar) sucumbieron frente al resto del orgánico (unas fanfarrias dominantes, doble juego de timbales, bombo y platillos utilizados en sus potencias máximas).
Por su lado, nuestra orquesta federal reveló desprolijidades (contrabajos, cornos, irrupción de los trombones, las notas altas del arpa) que pensábamos ya supera-das.
Voces bonitas
La voz humana se incorporó a contar del cuarto movimiento ("Urlicht"; "Luz originaria") de la Sinfonía "Auferstehung", y en esta dirección, la mezzo Florencia Machado, a lo largo de los versos de delicada inocencia del "Knaben Wunderhorn" hizo oír notas bien timbradas, de especial calidez colorística y fina expresividad. La soprano Soledad de la Rosa puso a su vez en evidencia solidez y convicción, y el Coro Polifóni-co Nacional, preparado por Roberto Luvini, cumplió una labor de primera categoría. Transparente y bello en su sonoridad y amalgamas de conjunto, preciso en ataques y demás aspectos técnicos, este gran organismo profesional, de impecable afinación, se destacó asimismo por su ductilidad y líneas armoniosas.
Carlos Ernesto Ure