"Cavalleria" y "Pagliacci" en el Colón
EXTRAVAGANCIAS ESCÉNICAS
Teatro Colón
Martes 14 de Julio de 2015
Escribe: Carlos Ernesto Ure
Fotos: Máximo Parpagnoli y Arnaldo Colombaroli
"Cavalleria Rusticana", melodrama en un acto, con libro de Giovanni Targioni-Tozzetti y Guido Menasci, y música de Pietro Mascagni,
"I Pagliacci", drama en dos actos, con texto y música de Ruggero Leoncavallo.
Con Enrique Folger, José Cura, Mónica Ferracani, Guadalupe Barrientos, Leonardo Estevez, Fabián Veloz, Gustavo Ahualli, Anabella Carnevali, Mariana Rewerski y Sergio Spina.
Vestuario de Fernando Ruiz, iluminación, escenografía y "régie" de José Cura.
Coro de Niños (César Bustamante),
Coro (Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Roberto Paternostro).
Una cosa es la innovación (¡enhorabuena!) y otra la distorsión. El martes, en cuarta función de gran abono de la temporada lírica oficial, el Colón ofreció una suerte de adaptaciones "a piacere" de "Cavalleria Rusticana" e "I Pagliacci", con trasmutaciones geográficas, incorporaciones sonoras (bandoneón), parlamentos castellanos añadidos, sobretitulados de giros lunfardos y música de Pietro Mascagni, Ruggero Leoncavallo y Juan de Dios Filiberto. El tinglado desnudo con sus tres paredes, resulta apto, por supuesto, para el despliegue de todas las ideas y de todos los estilos. Pero ello reconoce un límite, dado por el resguardo del cuerpo esencial, el carácter, la médula de la creación que se reedita.
Un despropósito
En esta dirección, las puestas diseñadas por el multifacético tenor José Cura (responsable también de la iluminación y la escenografía), ubicadas en un ámbito boquense-tanguero (continuado en el intervalo) de arquitectura única y personajes omnipresentes, comportaron una absurda desvirtuación de las claves de cada una de estas obras, representantes por excelencia de la renovación "verista" italiana. Es más: si bien "I Pagliacci", dentro de su trama dramática, podría ser situada en diferentes latitudes, incluso porque su mensaje inicial se proyecta con más amplitud, parece evidente, por el contrario, que la tragedia rural de "Cavalleria Rusticana", presentada con la estética que se quiera, pertenece de manera "sine que non" a la Sicilia profunda y no resulta convencionalmente creíble insertada en una esfera exótica.
En cuanto a las marcaciones teatrales, tanto individuales como de masas, el "regisseur" rosarino se manejó asimismo con criterios precarios y simbolismos de ardua comprensión.
Las voces
En materia vocal (todos los cantantes fueron argentinos), la función no pasó tampoco, en general, de una altura modesta. Al tenor Enrique Folger (Turiddu), sin perjuicio de sus buenas condiciones, se lo oyó incómodo en su tesitura, ya desde la misma "Siciliana". El barítono Leonardo Estévez (el carrero Alfio, extraño "dandy a lo Jorge Newbery") acreditó metal tal vez demasiado fino y pulido para su rústica parte, y la mezzo Guadalupe Barrientos (Santuzza) exhibió sorprendentemente un registro de emisión casi siempre entubada, rígida, forzada, sobre todo a partir del fa/sol superior. Anabella Carnevali (Mamma Lucia) y Mariana Rewerski (Lola) se desempeñaron en cambio con voces parejas y esbeltas.
En "I Pagliacci" Fabián Veloz (Tonio) cumplió con corrección, sin ir mucho más allá; el propio Cura (Canio) expuso tocante reciedumbre y potente caudal (su carrera internacional es de señalado vuelo), al tiempo que la labor de la soprano Mónica Ferracani (Nedda), de timbre cristalino, técnica de calidad y armoniosa línea, constituyó uno de los puntos por cierto importantes de la noche.
En otros andariveles, no fue ésta la jornada más lucida del Coro Estable, porque pese a su incuestionable belleza canora y tal vez por insuficiencia de ensayos, se notaron imprecisiones permanentes en amalgamas y ataques. Desde el podio, el práctico Roberto Paternostro, vencido por los contratiempos y la emotividad itálica, plasmó sólo una pálida lectura de orquesta, conjunto que dicho sea de paso, mostró desajustes ostensibles de articulación y ejecución.
Carlos Ernesto Ure