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Versiones personales en Colón

 

Cavalleria y Pagliacci entrelazados

 

Teatro Colón

Viernes 17 de Julio de 2015

 

Escribe: Andrés Hine

Fotos: Máximo Parpagnoli y Arnaldo Colombaroli

 

 

 

 

Cavalleria Rusticana

Melodrama en un acto - Pietro Mascagni

Turiddu - Enrique Folger

Santuzza - Guadalupe Barrientos

Alfio - Leonardo Estevez

Mamma Lucia - Laura Dominguez

Lola - Mariana Rewerski

 

Pagliacci

Opera en un prólogo y dos actos - Ruggero Leoncavallo

Canio - José Cura

Nedda - Mónica Ferracani

Tonio - Fabián Veloz

Silvio - Gustavo Ahualli

Beppe - Sergio Spina

 

Orquesta Estable del Teatro Colón - Roberto Paternostro

Coro del Teatro Colón - director Miguel Martínez

Coro de Niños del Teatro Colón - director César Bustamente

Escenografía, iluminación y dirección de escena - José Cura

 

 

 

En el marco de la temporada de ópera de 2015, el Teatro Colón presentó las dos obras cortas - Cavallería Rusticana de Pietro Mascagni e I Pagliacci de Ruggero Leoncavallo, bajo la dirección general del distinguido tenor argentino José Cura. Estas versiones están descriptas por el mismo director como un "Homenaje a la Inmigración Italiana del 1900". Debido a ésto, cambios escenográficos y actorales eran de esperarse.

 

Tomado en este contexto, la escenografía resultó ser un grata sorpresa, pero hubieron algunos mensajes confusos. No era la Sicicilia de Cavallería ni la Calabria de Pagliacci, sino la Boca alrededor de 1900 donde probablemente habían llegado por lo menos, algunos descendientes de los protagonistas originales. Los edificios estaban bien realizados, con una perspectiva efectiva que daba la sensación de espacio. Las áreas libres , aunque algo restringidas, fueron suficientes para acomodar los dos coros, más malabaristas y otros protagonistas que se harían presentes en Pagliacci. La escena de los campesinos regresando de la cosecha en Cavallería podría explicarse como que hacia final del siglo pasado, todavía había huertas y campos cercanos, especialmente en el Partido de Barracas al Sur (ahora conocido como Avellaneda). Pero desde un punto de vista contradictorio,  también se entonaba el tango 'Caminito', compuesto en 1926 y se desplegaba una bandera de Boca que se diseñó alrededor de 1913.

 

Otro aspecto de originalidad introducida por Cura fue la creación de una conjunción entre las dos obras. Visto que no estábamos ni en Sicilia ni en Calabria, sino en la Boca, se usaron varias técnicas y detalles para unir los dos escenarios en el espacio y el tiempo. Una de las más evidentes fue que no hubo un intervalo tradicional. Las cortinas permanecieron abiertas y las luces de la sala disminuidas. Los artistas no salieron a recibir el reconocimiento del público y en cambio, un bandoneón comenzó a entonar tangos, lo cual continuó ininterrumpidamente hasta el prólogo de Pagliacci. Al principio de esta última, de la iglesia sale un cortejo fúnebre con un féretro que supuestamente es de Turiddu y Santuzza se encuentra claramente distinguida en la escena. Más tarde Alfio pasa por en frente del 'público' que se apresta a prescenciar la función de Canio, y es abucheado. Todo esto se puede comprender considerando las intenciones del director. Pero lo que chocó fue que la famosa línea al final de la obra, "La commedia é finita", no es dicha por Canio, sino por Mamma Lucia, que había trascendido en el tiempo de Cavalleria. Esta línea es la culminación de la pena y sufrimiento de Canio, y entregársela a un personaje que ni siquiera pertenece a la obra, parecería fuera de lugar.

 

Desde el punto de vista de los cantantes, en Cavalleria, Leonardo Estevez en el papel de Alfio demostró presencia escénica y un desempeño correcto. Enrique Folger como Turiddu fue dramáticamente convincente pero mostró una emisión forzada al punto de comprometer la afinación. Uno de sus mejores momentos fue su serenata siciliana a Lola "O Lola, bianca come fior di spino", en la que mantuvo un canto franco con los matices adecuados. Laura Dominguez (en reemplazo de Anabella Carnevalli) como Mamma Lucia aportó una rendición apenas correcta con una falta de caudal sonoro.

 

Desafortunadamente, Guadalupe Barrientos, como Santuzza, estaba sufriendo de faringitis. Se notó menor caudal en el registro medio aunque era evidente que su rol había sido trabajado exhaustivamente, pues superó en gran medida los escollos de esta difícil partitura, especialmente en su aria "Voi lo sapete, o mamma". Mariana Rewerski como Lola tuvo la sensualidad necesaria con su actuación, con buen fraseo, voz redonda y timbrada.

 

En Pagliacci José Cura cantó con gran dramatismo y presencia pero con algunos recursos vocales disminuidos como el ataque y falta de brillo en algunos momentos, especialmente en su aria "Vesti la Giubba". Mónica Ferracani como Nedda, tiene poca oportunidad de lucimiento salvo el aria de los pájaros que abordó con seguridad, buen caudal sonoro y delicadeza. Gustavo Ahualli como Silvio,  cumplió con su labor de manera correcta aunque podría haber sacado más provecho de su participación en el bellísimo dúo con Nedda. Sergio Spina realizó un buen trabajo escénico y vocal en la serenata de Arlecchino.

 

Pero sin duda, lo mejor de la velada fue el Tonio de Fabián Veloz, con voz bien timbrada y caudal más que adecuado, dio a cada frase la inflección precisa para expresar los diferentes sentimientos del personaje, en una composición actoral y vocal de excelencia.

 

El punto más negativo se hizo presente durante el bellísimo "Intermezzo" de Cavalleria. En el compás 50, el compositor introduce un órgano forte, destacándose sobre los demás instrumentos que tocan pianísimo. En esta ocasión, se sustituyó el órgano por un bandoneón chillón que no solo entró tarde sino que también, en total desafino con el resto de los instrumentos. Evidentemente el instrumentista se percató del problema, apianando y luego, cuando le pareció que se había sincronizado, volvió a subir el volumen, desgraciadamente con el mismo resultado. De esta manera, se arruinó por completo uno de los pasajes instrumentales más hermosos de la literatura musical. Cabe notar que originalmente, el bandoneón fue diseñado y desarrollado en Alemania por Heinrich Band para dar soporte a cantantes en iglesias pequeñas sin órgano, sustituyendo a este instrumento. En este caso el reemplazo, aunque correcto instrumentalmente, tuvo un efecto netamente contraproducente.

 

La iluminación tuvo sus altos y bajos. En general fue buena pero en algunos momentos, como en el aria de Canio,  "Pagliaccio non sono", José Cura se encontraba cantando en las penumbras. Bueno el vestuario de Fernando Ruíz que se adaptó a la época, y realzó a los protagonistas con colores más vibrantes y distintivos.

 

Debe remarcarse la notable actuación del Coro Estable del Teatro Colón que tienen partes importantes en ambas obras. Bajo la dirección de Miguel Martínez ofreció una excelente proyección y profundidad dramática, manteniendo siempre el equilibrio con la orquesta y los solistas. En tanto el Coro de Niños, bajo la dirección de César Bustamante, también realizó una buena labor en Pagliacci. La orquesta, dirigida por Roberto Paternostro, presentó una interpretación correcta, tiempos correctos y buena afinación aunque algo deslucida por carencia de matices.

 

Como siempre la interpretación del resultado final se reduce a una cuestión de gustos, lo que cada integrante del público toma como importante y relevante, lo que le gusta y lo que no. No es la primera vez que se establece una relación entre estas dos obras - ambas se desarrollan en el sur de Italia, alrededor de una fiesta religiosa circa 1890 y ambas tratan de una traición amorosa que desemboca en una tragedia. El traslado espacial y temporal no se tradujo en grandes cambios de libreto ni trama, aunque sí con la alteración de algunos detalles especificados por los compositores.

 

 

EL Ensayo General

Como tema aparte, (pero no tan aparte), quisiera remarcar y elogiar la nueva, y en mi opinión acertada, política del Teatro Colón, de permitir el acceso al público a los ensayos generales. Tuve la oportunidad de asistir a este ensayo el Sábado 12 y me sorprendió placenteramente ver la sala completamente llena, desde la platea hasta los más altos rincones del paraíso, en su gran mayoría por jóvenes. Es cierto que la entrada era gratuita. Pero hay muchos espectáculos gratuitos que no atraen esta cantidad de público. Evidentemente hay un número significativo de personas a los cuales les gusta la ópera, y quizás le sugiera al Colón la posibilidad de considerar, como se hacía años atrás, una función a precios económicos, que sean más accesibles a un futura generación de melómanos.

 

 

Cavalleria1

 

 

Pagliacci3

 

 

Pagliacci4