Cavalleria Rusticana e I Pagliacci en el Colón
Dos óperas intensas en una polémica versión
Teatro Colón
Viernes 17 de Julio de 2015
Escribe: Graciela Morgenstern
Fotos: Máximo Parpagnoli y Arnaldo Colombaroli
"Cavalleria Rusticana", melodrama en un acto, con libro de Giovanni Targioni-Tozzetti y Guido Menasci, y música de Pietro Mascagni,
"I Pagliacci", drama en dos actos, con texto y música de Ruggero Leoncavallo.
Elenco:
Enrique Folger, Guadalupe Barrientos, Leonardo Estevez, Mariana Rewerski, Laura Domínguez
José Cura, Mónica Ferracani, Fabián Veloz, Gustavo Ahualli y Sergio Spina.
Coro de Niños del Teatro Colón Director: César Bustamante
Coro Estable del Teatro Colón Director: Miguel Martínez
Orquesta Estable del Teatro Colón
Director de orquesta: Roberto Paternostro
Vestuario: Fernando Ruiz
Régie, iluminación y escenografía: José Cura.
Cuando se piensa en Cavalleria Rusticana inmediatamente surge, como asociación, I Pagliacci, ya que juntas han recorrido el mundo. Pero no es eso lo único que comparten. Ambas son exponentes del verismo, corriente lírica en la que música y teatro van de la mano. Si bien cortas, los valores son muchos en estas dos óperas intensas y sin altibajos.
Cavallería Rusticana fue objeto de una digna versión. La mezzosoprano Guadalupe Barrientos se ha convertido en una cantante de gran jerarquía, de voz rica en matices, caudal sonoro más que suficiente que corre en la sala y una técnica muy depurada. Si bien cantó enferma en la función del Abono Nocturno Tradicional, apenas se notó. Atacó con bravura en los momentos más arduos y puso de manifiesto dones nada comunes. Vivió y transmitió el drama de Santuzza, demostrando sus reales dotes de actriz. Evidentemente, es un gran elemento destinado a afianzarse en la primera línea de su cuerda y fue una de las grandes triunfadoras de la velada.
A su lado, Enrique Folger cantó con pasión, aunque con una tendencia al canto estentóreo que lo llevó a forzar la emisión en algunas oportunidades. De todos modos, resultó efectivo y convincente. En tanto, Leonardo Estevez fue un Alfio correcto, Mariana Rewerski, una Lola atractiva y Laura Domínguez, una Mamma Lucia discreta.
Luego de un intervalo con tangos y milongas a cargo de Juan Kujta, subió a escena I Pagliacci, con buen resultado vocal, en términos generales.
José Cura infundió los matices, la intención y los recursos que Canio requiere. Su timbre resultó agradable y lo adaptó al predicamento del personaje, a pesar de que la emisión no resultó del todo pareja y ya se empezaron a evidenciar algunos signos de desgate en el metal de su voz. Mónica Ferracani lució canto agradable y atractivo. Su entrega al rol de Nedda fue importante, desempeñándose satisfactoriamente.
Fabián Veloz expuso una vez más, su gallardía vocal y relevancia sonora, su autoridad escénica y musicalidad sin fallas. Demostró que es una garantía contar con su presencia en el elenco. Realizó una magnífica interpretación del Prólogo, así como del rencoroso Tonio. Gustavo Ahualli fue un Silvio correcto, mientras que Sergio Spina compuso un Beppe expresivo.
Tanto el Coro Estable como el Coro de Niños se desempeñaron con corrección. La Orquesta Estable sonó ajustada en tiempos y brindó soporte a los cantantes, aunque su director, Roberto Paternostro, no logró extraer toda la riqueza y las posibilidades que ambas partituras encierran. En la función del Abono Nocturno, el bandoneón que intervino durante el Intermezzo de Cavallería Rusticana, sonó a destiempo y con imprecisiones en la afinación, lo que deslució la intrínseca belleza de la partitura.
La régie de ambas óperas correspondió a José Cura quien en homenaje a los inmigrantes italianos llegados a nuestro país a principios del siglo pasado, las ambientó en la calle Caminito de La Boca. La función comenzó con el famoso tango, interpretado por Gardel y una pareja bailó este ritmo ciudadano, también durante el Intermezzo. Si bien la idea no molestó y la escenografía resultó rica en su diseño y elaboración, existieron numerosos desajustes de orden histórico y también, entre libreto y puesta, al punto de no ser del todo creíble. Lo más aberrante fue la mezcla de ambas óperas que aunque con elementos en común, tanto musicalmente como desde el punto de vista argumental, son dos obras completamente independientes. Así, en I Pagliacci, apareció el funeral de Turiddu y Mamma Lucía fue la que dijo la famosa frase “La commedia é finita”, en vez de Canio. La iluminación fue insuficiente por momentos, especialmente durante el Prólogo de la obra de Leoncavallo. El diseño de vestuario de Fernando Ruiz, discreto. La puesta fue un intento válido de producir cambios en la tradición. Lo que no se puede admitir son los cambios en el libreto. Y eso fue lo que creó la polémica. Más allá de todo esto, se han presentado dos obras consideradas, con buena dosis de fundamento, como hitos en el arte de la lírica y que seguramente perdurarán como un dúo inmortal.