Música de Gérard Grisey en el “Colón Contemporáneo”
PARA EL LABORATORIO
Teatro Colón
Viernes 14 de Agosto de 2015
Escribe: Carlos Ernesto Ure
Grisey: “Espacios Acústicos”.
Garth Knox, viola, Philippe Bord, Joël Lasry, Pablo Nalli y Margarete Mengel, cornos, Ensamble instrumental y Orquesta Estable del Teatro Colón (Tito Ceccherini).
No fueron las sombras de Grey, sino las oscuridades de Grisey. En el marco de su ciclo contemporáneo y en calidad de estreno latinoamericano, el Colón presentó el viernes los seis números que integran “Espacios Acústicos” y si bien la iniciativa pareció interesante, en cuanto supone una mirada de apertura a la vanguardia, no dejó de constituir en definitiva una experimentación meramente teórica, reservada a un círculo reducido y alejada desde ya del gran público.
Electroacústica
Es que el trabajo que el compositor francés (1946-1998) compuso a través de dilatadas elaboraciones intelectuales entre 1974 y 1985, es en suma una adaptación-transcripción instrumental de múltiples divagaciones, idas y vueltas desarrolladas con sintetizador electrónico a partir de pruebas de laboratorio desarrolladas en el IRCAM, de París.
Adscripto a la denominada “escuela espectralista”, Gérard Grisey parte en esencia de la descomposición física del sonido, cuyos armónicos relativos son separados, individualizados, y fusionados a la vez con la nota matriz. Las alturas son vagas, los tonos (consonancia-disonancia) se desvanecen, la rítmica (y esto es bien propio de la electroacústica) cede paso a formas libres y antiperiódicas. El lenguaje conduce desde ya a la microtonalidad (se llega a los octavos de tono, imperceptibles para el oído), pequeñas células melódicas, la transformación permanente. No falta por cierto ingenio en las variaciones a la enésima potencia de un esquema tan abstracto, sus ideaciones tímbricas, sus apuntes de color, la pretensión de sus propuestas.
Pero en el fondo, estos procedimientos también llamados de “resíntesis”, no son para algunos musicólogos más que una suerte de ruidos difusos encauzados con calidad y la mejor esbeltez posible. Sobre la base de un “mi” grave reiterado como una suerte de “ostinato”, sonidos homófonos, “clusters”, “glissandi” y toda clase de efectos, la interrelación de frecuencias de “Espaces Acoustiques” incursiona en un universo antiserialista, que se mueve oscilantemente entre las zonas diferenciales que separan cada sonido.
¿Y el oyente?
Sentado todo ello, la pregunta es si esta clase de ensayos, que requieren enorme poder de concentración tanto en ejecutantes como en oyentes, resulta apropiada para ser ejecutada en una gran sala de conciertos. La respuesta, por supuesto, es negativa. La primera parte de la velada, que duró en total cerca de dos horas (“Prólogo”, “Períodos”, “Parciales”) fue por momentos francamente soporífera. En la segunda (“Modulaciones”, “Transitorios”, “Epílogo”) la intervención de una orquesta sinfónica completa le otorgó más animación, ello además del cromático despliegue de los cuatro cornos solistas.
Carlos Ernesto Ure