"Rusalka", de Dvorák, por Buenos Aires Lírica
Buen cierre de temporada
Buenos Aires Lírica
Teatro Avenida
Viernes 2 de Octubre de 2015
Escribe: Graciela Morgenstern
RUSALKA, leyenda lírica en tres actos
Música de Antonín Dvořák
Libreto de Jaroslav Kvapil.
Elenco: Daniela Tabernig, Eric Herrero, Elisabeth Canis, Marina Silva, Homero Pérez-Miranda, Cecilia Pastawski, Sergio Vittadini, Mirko Tomas, Vanina Guilledo, Oriana Favaro y Rocío Giordano.
Coro y Orquesta de Buenos Aires Lírica
Director del coro: Juan Casasbellas
Director de orquesta. Carlos Vieu
Coreografía: Ignacio González Cano
Iluminación: Alejandro Le Roux
Escenografía: Luciana Fornasari
Vestuario: Lucía Marmorek
Régie: Mercedes Marmorek
Sala: Teatro Avenida
En un acierto de programación, Buenos Aires Lírica cerró su temporada 2015 con el estreno en nuestro país, de Rusalka, de Antonin Dvorak. La obra tuvo su premiere en Praga, en 1901 pero, increíblemente, nunca había sido representada en nuestro medio.
A menudo sucede en óperas que hay una suerte de desequilibrio entre la música y el libreto. Con Rusalka esto es evidente. La historia deriva de los cuentos de ninfas del bosque y del agua, de Europa Central, quienes buscan seducir y destruir a los hombres. La historia es sobre Rusalka, que no es un nombre propio sino como se denomina de forma genérica a las ninfas del agua, quien desea el amor que sólo puede encontrar en los brazos de un ser humano. Por lo tanto, recurre, a pesar de las advertencias de su padre Vodnik, a la bruja Jezibaba, quien la convierte en humana a costa de perder el habla. Su amado la traiciona y de esa manera, ambos quedan condenados. Ella se transforma en una figura demoníaca que besa al Príncipe y lo mata, antes de volver, sin alma, a las profundidades del lago.
Para una ópera que dura dos horas y media, el libreto de Jaroslav Kvapil es muy elemental y además, se concentra en la evocación poética de los estados emocionales y la partitura de Dvorak funciona más como una sinfonía con canto que un drama lírico.
Este aspecto sinfónico tuvo una especial relevancia en la versión presentada. La interpretación de la partitura realizada por Carlos Vieu brilló con una riqueza de detalle y lirismo bien definidos. Hubo absoluta inteligencia entre foso y escena y algunos aspectos estuvieron muy bien cuidados para resaltar el alto grado de sensibilidad contenido en la obra.
Daniela Tabernig fue una intérprete de jerarquía. Si bien exhibió alguna inseguridad al comienzo y especialmente en el momento más popular de la obra, la Canción a la Luna, “Mesicku na nebi hlubokem”, mostró buen control del fiato y un muy buen rendimiento en una tessitura aguda que por momentos, resulta incómodo abordar. Su actuación fue creciendo durante la función, ganando en vocalismo, tanto como en hondura expresiva.
El resto del elenco estuvo a la altura de las circunstancias. El tenor Eric Herrero como el Príncipe, lució seguridad en el canto, registro parejo, buena emisión y muy buen desempeño en la zona aguda, especialmente en su escena final.
Como Jezibaba, Elizabeth Canis, con mejor registro grave que agudo, estuvo totalmente compenetrada con el papel y realizó una muy buena caracterización. También el barítono bajo cubano chileno Homero Pérez Miranda compuso un padre doliente y preocupado por su hija. Con rotundez vocal, vertió su conmovedora aria"Celý svet nedá ti" de manera notable. Marina Silva se desempeñó de manera adecuada, como la Princesa Extranjera, un papel ingrato y corto que no le brinda muchas posibilidades de lucimiento.
Las voces de las tres Ninfas del Bosque, encarnadas por Oriana Favaro, Rocío Giordano y Vanina Guilledo se fundieron en escenas de gran belleza vocal. Tanto el resto de los cantantes a cargo de roles de flanco como el Coro Buenos Aires Lírica, realizaron una muy buena labor.
En cuanto a la puesta en escena de Mercedes Marmorek, depriva a la ópera del carácter fantástico y misterioso que su libretista le otorgó y traslada la escena a un burdel. Nada nuevo bajo el sol. Esa misma concepción había sido utilizada – y abucheada- en Covent Garden en 2012, tomada a su vez, del Festival de Salzburgo. Si se deja de lado que de esta manera, se pierde toda la poesía musical que la ambigüedad y el misterio de la partitura sugieren y lo que se ve adolece de serias incongruencias con el texto cantado, se puede decir que la marcación fue correcta. La escenografía y el vestuario, elaborados y bellos y la iluminación, adecuada. Inadmisible, sin embargo, resultó que Rusalka cantara la Canción a la Luna en una bañadera.
De todas maneras, hay que tener en cuenta los buenos desempeños vocales, el enorme esfuerzo que significa para una entidad que se basa sólo en recursos privados, presentar esta obra en su idioma original. Fue en suma, un muy buen cierre de temporada. Chapeau para BAL!