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Mozarteum Argentino – Temporada 2015

 


Segundo ciclo de conciertos


Teatro Colón de Buenos Aires

Martes 6 de Octubre de 2015

 

Escribe:Diego Montero

 

 

La humanidad vive en constantes cambios. Las costumbres, los anhelos y las enseñanzas se adecúan a las “formas” sociales de cada época y es, de algún modo, una manera de identificar el estilo de cada momento histórico.


En materia de apreciación musical sucede lo mismo. Mientras que en algunas épocas se buscaba un “valor”, agregado por el intérprete, hoy en día la sola habilidad técnica en la ejecución del instrumento sirve para ser coronado y alabado.


El pianista italiano Alessio Bax está en esa categoría. Un pianista que logra arrancar la ovación del público por poseer una técnica precisa e infalible que le permite transitar cualquier obra a una velocidad descomunal y vertiginosa. Y esto es del agrado del público actual. Esto es uno de los elementos que marcan el estilo de nuestra época. Un estilo signado por la constante búsqueda de la distracción y el entretenimiento, y la frialdad gélida del mundo virtual.

 

Alessio Bax comenzó su recital con la sonata N° 14 de Beethoven escrita en 1801 y publicad en 1802 y que está lejos de la influencia de Mozart en las obras iniciales del compositor Alemán. Alessio Bax presentó la obra con un toque totalmente ligado y sin pausas; con precisos pianísimos pero sin respiraciones ni inflexiones. El resultado final fue una obra chata y liviana, de sonoridad seca desprovista del más elemental sentido romántico.


Luego tres obras muy cortas, Hopak de Mussorgsky en adaptación de Rachmaninoff y dos preludios del mencionado adaptador del que Bax hizo alarde de velocidad y precisión en el dominio del teclado. La primera parte del recital concluyó con dos obras breves de Kreisler, Liebeslied y Liebesfreud, también adaptadas por Rachmaninoff. La duración de esta primera parte del programa fue de apenas 33 minutos.

 

En el segundo tramo de la presentación Alessio Bax ejecutó, literalmente, en menos de 25 minutos a Cuadros de una exposición de Mussogsky. Fuera de programa dos, también breves pero bellas obras, una por su delicadeza y melancolía, y la otra por sus vivos ritmos folclóricos, preludio para la mano izquierda de Scriabin y la danza húngara n° 5 de Brahms.

 

En un poco más de 60 minutos de programa sonoro, descubrimos su inmensa y extraordinaria capacidad pianística pero también sus pocas virtudes interpretativas. Para aquellos anticuados soñadores que escudriñan en los intérpretes buscando ese fuego sobrenatural, ese amor que les permite dar vida a la obra musical más allá de las notas del pentagrama, Alessio Bax no alcanzó los objetivos.

 

 

Diego Montero