“Beatrix Cenci” de Alberto Ginastera
Teatro Colón
Domingo 20 de Marzo de 2016
Escribe: Diego Montero
BEATRIX CENCI: Daniela Tabernig
CONDE FRANCISCO CENCI: Leonardo Estévez
LUCREZIA: Maria Luján Mirabelli
ORSINO: Fernando Chalabe
BERNARDO: Florencia Machado
ANDREA: Emiliano Bulacios
DIRECTOR DE ESCENA: Alejandro Tantanian
DIRECTOR MUSICAL: Guillermo Scarabino
Vivimos en un mundo confundido, desorientado, enceguecido, sin guías y, lo más preocupante, sin una finalidad noble. El hombre ha sido transformado en bestia, y sin conciencia de ello, se revuelca y relame en las inmundicias y detritus. No hay vida del espíritu. Solo un constante devenir de codicia y placeres camuflados hábilmente con los términos progreso y confort. Desde hace siglos que esta realidad perdura y ya casi no hay enfrentamiento u oposición a esa transformación. La verdad y el bien no se distinguen de la mentira y el mal. La ética no existe, o en realidad, existe “mi ética” y entonces robar puede no ser tan malo.
No hay responsabilidad por los deberes y obligaciones para con uno mismo, para con el prójimo o para con Dios, y sí se acuerdan de reclamar constantemente, derechos.
Se montan industrias para crear necesidades. -¡Mirá, este nuevo auto tiene un sistema para rascarte la espalda! -¡Faaaa, loco!! ¡Quiero uno! El consumismo como finalidad. Y ese hombre se desloma y está dispuesto a trabajar horas extras para conseguir, lo que en realidad no necesita. El crecimiento económico como emblema y fin de la perfección de una sociedad. La constante búsqueda del bienestar en el mundo.
Si en ética sucede esto, en estética sucede lo mismo. Hoy en día distinguir entre aquello que es bello y aquello que no lo es, es considerado un acto de soberbia porque “lo bello” fue confundido con “lo grato” o con lo que “me gusta”, y esto sí es relativo al espíritu de cada hombre. Entonces si se expresa que tal obra artística carece de belleza, puede surgir una opinión que diga: -¡A mí me gustó! Como si el simple hecho del gusto personal fuera testimonio suficiente del valor estético de una obra. La percepción de la belleza reducida a una sensación y no a una facultad de la inteligencia.
La obra Betrix Cenci de Alberto Ginastera carece de belleza. No existe ningún elemento ni bello ni hermoso. Está basada en un hecho histórico tremebundo que solo alimenta el morbo de los perversos. Con un libreto pobre, incoherente, lleno de frases inconexas e ideas sin sentido. Sin música, pero acompañada por un tratamiento del sonido utilizado hasta el cansancio por Béla Bartók.
Betrix Cenci es una obra que no aporta nada. Pero es entendible. Es el hombre relamiéndose en la oscuridad y en la porquería.
Hay una responsabilidad en los artistas y en los que tienen poder para la realización de grandes espectáculos. Tienen la obligación de, con su esfuerzo, aportar a la comunidad elementos que nos permitan ser mejores personas a través de lo bello. Con su entrega, con su amor y seleccionando aquellas obras capaces de sobrevivir el paso del tiempo por su valor trascendente, es decir por su espíritu clásico. Tienen la obligación moral de mostrarnos lo bello porque necesitamos ser alimentados por la belleza.
Sobre la realización en el Teatro Colón.
Para una obra vulgar y sin valor, nada mejor que ideas impropias de personas cultas o educadas. Y esa tarea fue llevada a cabo por Alejandro Tantanian.
No tiene sentido describir pormenorizadamente los detalles de la puesta en escena. Solo baste con decir la pena que nos causó ver a damas en el escenario teniendo que soportar la desnudez ajena y actos pornográficos en una verdadera afrenta a su condición de mujeres.
Quienes luego se llenan la boca reclamando “ni una menos” en grito guerrero en defensa de “ellas”, aplaudieron el menoscabo a su honra, pundonor y nobleza. Hombres sin decoro. Bestias.