Dirigida por Jonathan Nott, en el ciclo de Nuova Harmonia
LA ORQUESTA DE BAMBERG, SINFONISMO ESPLÉNDIDO
Teatro Colón
Sábado 28 de Mayo de 2016
Escribe: Carlos ernesto Ure
Gershwin: Concierto para piano y orquesta, en fa mayor;
Beethoven: Obertura “Egmont”, opus 84, y Sinfonía Nº 6, en fa mayor, opus 68, “Pastoral”.
Maciej Pikulski, piano y Orquesta Sinfónica de Bamberg (Jonathan Nott).
No mantuvo nivel parejo el concierto que ofreció la Sinfónica de Bamberg, el sábado, en el Colón, pero en el balance final la jornada se distinguió por la estupenda calidad sonora de la agrupación y las relevantes condiciones del maestro. Cuarta sesión del ciclo de abono de Nuova Harmonia, la ocasión fue propicia por cierto para apreciar el color global oscuro de nuestros visitantes, tan propio de las orquestas centroeuropeas, su despliegue denso y transparente al mismo tiempo, la perfección de su ajuste y equilibrio de planos.
Gershwin
La velada se inició con una traducción de impecable corte académico de la Obertura de “Egmont”, “música de escena” en nueve números que Beethoven compuso para ilustrar la pieza teatral de Goethe. Desplegada con depuradas y homogéneas líneas clásicas por Jonathan Nott, esta obra enjundiosa fue seguida por un trabajo si se quiere híbrido, carente de mayor interés, cuya inclusión en el programa se prestó a conjeturas diversas. Es que el Concierto en fa mayor, de Gershwin, con sus giros jazzísticos y de “rag time”, sus síncopas y pasos de “charleston”, no pasa de ser una creación meramente epidérmica, sin ideas profundas ni elaboraciones armónicas o rítmicas mayormente atractivas.
Fue una lástima. Porque el excelente pianista polaco Maciej Pikulski, que ya había estado con nosotros en otras oportunidades, sin perjuicio de su toque claro, agilidad y digitación sensible, como es obvio, no pudo lucir en plenitud sus cualidades, y en más de un momento se vio reducido a un acompañamiento “quasi obbligato”.
La “Pastoral”
En la segunda sección, la ejecución de la “Pastoral” ofreció dos facetas disímiles. En la primera parte, la articulación resultó algo pesada, con acentuaciones métricas débiles y leve lentitud en los tiempos. Sin embargo, sin transición, un discurso de vitalidad desbordante sustituyó esa intención de composición plástica, para alcanzar un vuelo expositivo e interpretativo verdaderamente magnífico. La “Bamberger Symphoniker” mostró entonces exquisita ductilidad, cuerdas de singular diafanidad, acabada firmeza en sus bronces. Por su lado, el maestro británico, uno de los mejores conductores sinfónicos en el actual panorama internacional, a favor de una gestualidad precisa y enfática y el magnífico modelado de trazos melódicos y gradaciones, plasmó una entrega apasionada, de tocante comunicatividad, de la monumental producción beethoveniana.
Calificación: muy bueno
Carlos Ernesto Ure