En el Colón, con Barenboim y la “West Eastern Orchestra”
MARTHA ARGERICH Y UN LISZT ESTELAR
Teatro Colón
Jueves 4 de Agosto de 2016
Escribe: Carlos Ernesto Ure
Widmann:”Con Brío”, obertura de concierto;
Liszt: Concierto Nº 1 para piano y orquesta, en mi bemol mayor;
Wagner: Obertura de “Tannhäuser”, Amanecer y Viaje de Sigfrido por el Rhin y Marcha Fúnebre, de “Sigfrido”, y Obertura de “Los Maestros Cantores de Nüremberg”.
Martha Argerich, piano,
Orquesta “West Eastern Divan” (Daniel Barenboim).
Aún con un estado febril y pasos vacilantes, Martha Argerich demostró el jueves, en el Colón, que es un genuino “animal musical” (dicho esto en el sentido más laudatorio del término).
Porque en esas frágiles condiciones, consiguió llegar al piano, y a partir de allí, con sorprendente agilidad de toque y destreza de articulaciones manuales, plasmó una interpretación francamente deslumbrante del Primer Concierto de Liszt.
Ovaciones prolongadas
Con un recinto absolutamente colmado, la velada se había iniciado con el estreno local de una obra de Jörg Widmann, multifacético artista alemán nacido en 1973, presente en la sala. “Con Brío” es una pieza abstrusa, estructurada sobre una suerte de melodía de acordes secos, sonidos sueltos, raspados, onomatopéyicos, imitativos, todo en un marco de relativo interés.
Fue a continuación cuando se produjo el fenómeno Argerich. Dueña de una pulsación vigorosa y neta al mismo tiempo, impecable en la digitación, Martha Argerich puso en evidencia en esta ocasión una vez más una musicalidad arrolladora. Exacta en la dinámica, diáfana en escalas esmaltadas y arabescos veloces, absolutamente nítida aun en los fragmentos más arduos, el soliloquio del “adagio” de Liszt constituyó por cierto un momento para recordar debido a sus mágicos “rallentandi” y la finura alada del fraseo. Figura decididamente superior, la alumna del inolvidable maestro Vicente Scaramuzza acreditó estética depurada, y tañido enérgico, espontáneo (como si estuviera tocando en su casa). Obligada a salir a saludar ocho veces, ovacionada por un público de pie, obsequiada con flores, todo ello la llevó, pese a su estado, a ejecutar un exquisito bis: “Ondine”, de “Gaspard de la Nuit”, de Ravel.
Barenboim y Wagner
Pudo haber alguna duda acerca del rendimiento de la “West Eastern Divan Orchestra”, porque en el Concierto de Liszt su labor pareció por momentos un tanto maciza y con cierta sonoridad mal graduada. Sin embargo, en la segunda parte de la jornada, dedicada por entero a Wagner, el organismo visitante acreditó encomiable nivel de superación en comparación con anteriores visitas: la agrupación se oyó bien ensamblada y balanceada, ajustada, densa y compacta en el sentido más positivo, con lucimiento especial de trombones y cuerda alta, violas y cellos.
Daniel Baremboin abordó a su vez cuatro de las páginas más conocidas del autor de “Tristán e Isolda” con apego a los mejores cánones de la tradición germana. Es cierto que sus versiones pasaron más por lo espectacular que por lo profundo, rasgo notorio sobre todo en la Marcha Fúnebre de Sigfrido, en la que se echó de menos una intensidad expresiva más visceral. Pero también es verdad que su manejo de las gradaciones pareció decididamente soberbio, al igual que la conformación de las intertexturas y la fluidez de un discurso envolvente. Énfasis contagiosos, espléndido vuelo, tiempos impecables y control de los grandes momentos sonoros, fueron asimismo los ejes del desarrollo de una meritoria articulación discursiva.
Calificación: excelente
Carlos Ernesto Ure