No se daba en el Met desde 1931
“GUILLERMO TELL”, EL ROSSINI SERIO
Metropolitan Opera House
Nueva York
Miércoles 9 de Noviembre de 2016
Escribe: Carlos Ernesto Ure
Nueva York (especial)- Sabido es que la genialidad de Rossini en el
campo de la “opera buffa” no se manifestó del mismo modo en lo que hace
a la “ópera seria” (a la que consagró muchas obras). Es que al músico de
Pesaro, verdadero “bon vivant”, de espíritu tan alegre, la resultaban
obviamente más dificultosas las expresiones dramáticas, si se quiere
distantes de su propia naturaleza. Como una de las tres nuevas
producciones de esta temporada (las otras dos son “Tristán”, con Rattle
y “Rusalka”), la Metropolitan Opera House presentó, innovadoramente, “Guillermo Tell”, que no se daba desde 1931, y la versión, que tuvo alta
categoría, sirvió para recrear un título habitualmente fuera de los
repertorios debido a su extensión y extremas complejidades vocales.
Voces de fuste
Cantada en francés, y casi como si hubiera un previo y riguroso
control de calidad, el reparto de la creación rossiniana estuvo
integrado por artistas de muy alto nivel. Entre ellos, el bajo-barítono
canadiense Gerald Finley (protagonista) exhibió nobilísima línea e
inflexiones, su colega John Relyea (Gessler) lució un registro de
particular reciedumbre y el tenor estadounidense John Osborn (Arnold),
especializado en este género, superó con admirable facilidad las
múltiples escabrosidades del pasaje alto, agudos y sobreagudos de su
tesitura.
Por su lado, Marina Rebeka (Mathilde) es en elemento que va a
dar que hablar. Dueña de una voz de color envolvente, pareja y de una
técnica que le permitió deslizarse con destreza por las complicadas
ornamentaciones de su parte, la soprano de Riga llamó también la
atención por su potencia, que en el tercer acto le permitió sobrepasar a
todos, incluyendo al coro.
Una puesta extraña
Fabio Luisi (ovacionado largamente después de la célebre Obertura)
manejó la orquesta de la casa con precisión, energía y notable claridad
de texturas. En cuanto al marco visual, diagramado por el libanés Pierre
Audi, cabe apuntar que pareció un tanto sorprendente. Excesivamente
poblado por momentos, de arquitectura minimalista, pleno de símbolos y
con una tajante división entre “los buenos y los malos” (blanco y
negro), el cuadro, muy bien iluminado, resultó de todos modos estética y
plásticamente atrayente y de muy original inventiva.
Calificación: muy buena
Carlos Ernesto Ure