Madama Butterfly en el ciclo de Juventus Lyrica
Teatro Avenida
Sábado 19 de noviembre de 2016
Escribe: Eduardo Balestena
Fotos de Liliana Morsia
Madama Butterfly, de Giacomo Puccini
Libreto: Luigi Illica y Giuseppe Giacosa
Elenco: Laura Polverini, Marcelo Gómez, Milagros Seijó, Alejandro Spies, Norberto Lara, Josué Miranda, Felipe Cudina Begovic, María Goso y otros
Coro de Juventus Lyrica
Orquesta de Juventus Lyrica
Director de Coro y Orquesta: Antonio María Russo
Iluminación: Gonzalo Córdova
Vestuario: María Jaunarena
Dirección de actores; puesta en escena y diseño de escenografía: Ana D´Anna
Sala: Teatro Avenida
Muy elaborada en todos sus aspectos la versión de Madama Butterfly que ofreció Juventus Lyrica como cierre de su temporada 2016 fue –con algunos pocos altibajos- tan inspirada como pareja y le cupo el mérito de que tal resultado fuera obtenido, en todo el reparto, por cantantes jóvenes y a la vez afianzados en sus roles, lo que habla, en una obra de grandes requerimientos artísticos y técnicos, tanto de su formación como de su experiencia previa.
Exploración y dominio del lenguaje musical
Puccini no sólo desarrolló un lenguaje muy elaborado y eficaz como motor de la acción dramática sino que fue un gran conocedor y admirador de las vanguardias musicales. El escenario del exotismo le permitió salir de la música occidental, fugarse a otros lenguajes y buscar el poder de concisión y síntesis que tanto admiraba de Shöenberg.
En Madama Buttefly no sólo se vale (en el marco del virtuosismo de su aparato orquestal, sus progresiones armónicas, su tejido de motivos, todos ellos inspirados de un modo que los hace únicos) del leimotiv y de determinados simbolismos dados muchas veces por el uso de esos materiales, sino también de la música japonesa que a su vez elabora dentro de sus necesidades dramáticas logrando –particularmente a partir del segundo acto- una progresión y concentración tal eficaz como musicalmente elaborada.
La revisión a que sometió la obra a partir del fracaso de su estreno en La Scala, el 17 de febrero de 1904, hasta la versión definitiva de la Opéra-Comique de París, de 28 de diciembre de 1906, significó renunciar a los elementos cómicos iniciales y convertir a Cio Cio San en una heroína concebida –particularmente a partir del aporte de Illica- como otras heroínas de la ópera occidental.
Los dos primeros actos se inician con una fuga y un tema fugado, respectivamente, en un pie ternario y en la tonalidad de sol mayor, y un dueto entre dos personajes del mismo sexo (Pinkerton y Sharlpess en el primero; Butterfly y Suzuki en el segundo). En el primer caso se trata de una fuga elaborada en la forma tradicional en secciones de ocho compases, que se inicia con los violines en fortíssimo. Parte de sus frases son tomadas en el primer acto en el cual la primera línea, referida a la casa (“E soffito…e pareti…”) choca fuertemente con la atmósfera tradicional del preludio, llevándose por delante toda tradición. En cambio, el preludio del acto tercero está basado en el tema de la entrada de Butterfly del primer acto, una melodía construida en escala diatónica, formada por intervalos de tonos enteros, escala de seis tonos que forma un acorde aumentado que suena exótico al oído occidental.
El uso de pasajes que funcionan como motivos conductores -dos de ellos son japoneses y aluden al suicidio ritual, primero, Ume no haru del padre de Butterfly y luego de ella, pese a que este último, el Suiryo aparece una sola vez, permite establecer un significado- anticipan el desenlace trágico que el personaje niega: un ejemplo es el pasaje forte de los cornos con un motivo de respuesta en Un bel di, que rompen el sentimiento de esperanza y que se reitera en el desenlace. Referencias que parecen intrascendentes adquieren en la música un significado diferente al puro texto o bien la música lo subraya con otros matices diferentes a los de la mera enunciación.
En el dúo de amor del primer acto Pinkerton canta en una tonalidad de la mayor y mientras su discurso es el del puro deseo que busca hacer suya a Butterfly (“Ora sei tutta mia”) Cio Cio San –en cambio- transita un marco de indefinición tonal que sólo en algunos pasajes llega al la mayor y su discurso es el del puro amor (“Somiglio/ la Dea de la luna). Ya la construcción musical y sus connotaciones enuncian que ningún encuentro es posible.
La música
Obra de grandes requerimientos, tanto en el color como en los acordes en sí mismos, con voces instrumentales diferentes que confluyen en un tema, en un clima, que susurran o enfatizan, la orquesta sonó absolutamente ajustada y, como algunas voces solistas, pareció consolidarse a lo largo de la obra. Tras un comienzo en la fuga inicial menos enérgico que el fortíssimo requerido, y una orquesta menos compacta en ese punto, hasta la entrada de Buttefly, su performance fue absolutamente cuidada en todos los aspectos: el fraseo, la progresión de acordes, las diferentes intensidades dinámicas y el creciente mecanismo dramático que se desata a partir del segundo acto, cuando es evidente que Pinkerton no volverá, tal como lo señala Sharpless (“Ebbene, chre fareste, Madama Butterfly/s´si non dovesse retornar piu mai?”) , verdadero punto de inflexión de la obra. Momentos, como el intermedio del tercer acto, están dados en acordes complejos con voces instrumentales y efectos.
Las voces
Como debutante en tan exigente rol, que demanda una continua exposición a lo largo de casi toda la ópera, Laura Polverini mostró lo acabado de su fraseo, su musicalidad, un manejo técnico que le permitió abordar las exigencias cada vez más intensas en volumen a partir del segundo acto, tanto como el sentido de inocencia, calidez y expectativa del primero.
Uno de los aspectos centrales es el control del fiato ante las exigencias de la partitura pucciniana: frases extensas que, a partir de sus intervalos finales, discurren hacia un elemento diferente y que van mutando en una línea sin pasajes conclusivos, como la melodía infinita wagneriana. No siempre es posible respirar en esa transición y el hacerlo para poder abordar la línea siguiente constituye un requerimiento técnico vital para poder exponer una línea fluida en todo el transcurso, que fue uno de los méritos de alguien que se encuentra ya muy consolidada en ese rol, el poder lograr una emisión pareja, expresiva, intensa y depurada en todo momento, pese al leve desfasaje en el diálogo con Sharlpess en el segundo acto.
Su capacidad actoral estuvo en todo momento en el nivel de su línea de canto.
Norberto Fernández compuso al personaje de Pinkerton muy sólidamente desde lo vocal y lo actoral. Su emisión vocal fue en todo momento expresiva y pareja y mostró un mayor despliegue de volumen a partir de la entrada de Butterfly en el primer acto. Los problemas en los agudos en Addio Fiorito asil no desvirtúan en nada la musicalidad de un canto muy refinado.
Milagros Seijó, con una voz bella, expresiva y profunda encarnó a una Susuki de gran presencia, en un fraseo cuidado. Fue asimismo muy eficaz actoralmente.
Norberto Lara hizo a un Goro con todos los rasgos detestables de ese personaje en su solidez vocal y actoral.
Alejandro Spies, representó a Sharpless, a quien le está reservado mediar entre dos personajes y dos mundos y hacer evidente el choque entre ambos, con su timbre claro, expresivo y cálido, mostrando además una importante presencia escénica,
El resto del elenco se encontró absolutamente a la altura de las demandas de sus personajes
El Coro
La entrada del coro de acompañantes de Butterfly en el primer acto fue uno de los momentos más significativos e impactantes: de algún modo contribuyó a resolver un comienzo no tan armado como el resto de la ópera y lució por lo parejo de su emisión, su volumen así como por el desplazamiento escénico.
En la escena del casamiento el coro interviene de manera dividida y cruzada, por así decirlo, en un pasaje no extenso pero sí difícil.
Por la altura estética y el resultado, el coro a boca cerrada del final del segundo acto fue uno de los grandes momentos: a un tempo que permitió realzar su belleza –hay versiones más rápidas que lo desvirtúan- y un volumen y claridad intensos y parejos.
La puesta
De una delicada concepción visual, despojada e intimista, con un cuidado vestuario y una iluminación que –dentro de dicha concepción delicada- no sólo marcó el paso del tiempo sino que produjo cuadros gran belleza, la puesta de Ana D´anna estuvo dada en un también cuidado desplazamiento de los personajes en la escena.
Uno de los logros es el intermezzo entre el segundo y el tercer acto: la figura de Butterfly se recorta, elevada y solitaria, ante un cielo que va cambiando de matices con el paso de las horas: una imagen que es una síntesis que no requiere de nada más para expresar la absoluta soledad de quien espera en vano
Llevado un punto de la obra –antes del final del segundo acto y todo el tercero- el efecto dramático reside en una suma de elementos: los musicales, el desempeño lírico y actoral capaces de darle concentración y el espacio.
No hubo fisura en ninguno de estos elementos. El resultado final fue el de una impactante versión del drama de una mariposa atrapada entre dos mundos.
Eduardo Balestena