Con remarcables puesta y dirección orquestal
EL COLÓN ABRIÓ SU TEMPORADA LÍRICA CON “ADRIANA LECOUVREUR”
Teatro Colón
Martes 14 de Marzo de 2017
Escribe; Carlos Ernesto Ure
Fotos: Prensa Teatro Colón - Arnaldo Colombaroli, Máximo Parpagnoli
“Adriana Lecouvreur”, ópera en cuatro actos, con libro de Arturo Colautti y música de Francesco Cilea. Con Virginia Tola, Leonardo Caimi, Alessandro Corbelli, Nadia Krasteva, Fernando Radó, Sergio Spina, Fernando Grassi, Oriana Favaro, Florencia Machado y Patricio Oliveira. Iluminación de Rubén Conde, escenografía de Christian Prego, vestuario y “régie” de Aníbal Lápiz. Coro (Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Mario Perusso).
No es común en estos tiempos que un espectáculo operístico encierre intervalos de duración conjunta desproporcionada en comparación con los minutos de música. Sin embargo, ante el malestar extendido del público, esto fue lo que ocurrió el martes en el Colón, en la apertura de la temporada lírica oficial. Se presentó en la ocasión “Adriana Lecouvreur”, creación muy bonita de Francesco Cilea (por cierto, con algunos baches), y pasando por alto dicho escollo, corresponde señalar que la función reveló en líneas generales incuestionable dignidad, desde ya con algunos puntos particularmente destacados.
El maestro Perusso
Lo primero que cabe poner en relieve fue la excelente conducción de Mario Perusso, quien al frente de una orquesta estable concentrada y bien equilibrada, cumplió una faena que se distinguió por el impecable estilo del fraseo, su sensibilidad y vibración. Espléndido en los trazos sinfónicos (las danzas), naturalmente fluido en los encantadores diseños melódicos, así como también enérgico en las acentuaciones y exquisito en el “andante triste” del último acto, Perusso concertó además con convicción e impecable oficio.
El equipo integrado por Aníbal Lápiz, Christian Prego y Rubén Conde plasmó a su vez una producción de primer nivel. Tradicionalista, como corresponde a esta obra, la puesta exhibió irreprochable iluminación, trajes loables sin rodeos por la belleza de los figurines y la minuciosidad del trabajo, y una escenografía elegante, funcional, de logrado cromatismo, enmarcada con criterio (el primer acto tuvo tal vez demasiada acumulación de objetos y telones). En cuanto a la dirección teatral, tanto en las marcaciones individuales como en las de conjunto, todo lució inteligente y aceitado, al igual las notorias búsquedas de composición y montaje del cuadro visual.
Aspectos vocales
Preparado por Miguel Martínez, el coro de la casa, se manejó sin duda con solvencia. En cuanto a los solistas, corresponde señalar que Virginia Tola (protagonista) desplegó un trabajo lamentablemente deslucido. Carente de esmalte homogéneo y de persuasión dramática (sus mejores momentos fueron los monólogos declamatorios de los dos últimos actos), mostró asimismo debilidad en las zonas central y grave, emisión irregular y fatiga vocal notoria a medida que avanzaba la representación. Exactamente lo contrario aconteció con Leonardo Caimi (Mauricio), cuyo desempeño, a partir de un comienzo un tanto nervioso, fue de menor a mayor. Dueño de un registro terso y claro, bien timbrado y con pasaje alto firme, el tenor calabrés (que sin ser un genuino “spinto” tiene comunicativo “slancio”) lució igualmente fina e interesante escuela.
En otros papeles, la mezzo búlgara Nadia Krasteva (Princesa de Bouillon), sin perjuicio de su “vibrato”, acreditó metal de singular opulencia, temperamento dramático y excelentes notas en la quinta inferior, al tiempo que Fernando Radó (su esposo) hizo oír importante y sólida voz de bajo cantante y Sergio Spina (Chazeuil) se manejó con notable desenvoltura musical y teatral.
El cometido del veterano barítono piamontés Alessandro Corbelli (Michonnet) constituyó por último un modelo de técnica y línea de canto, sonidos netamente colocados y expresividad musical y teatral de positivo rango.
Calificación: muy bueno
Carlos Ernesto Ure