Con " Adriana Lecouvreur” comienza la Temporada Lírica en el Colón
Inspirada producción escénica
Teatro Colón
Sábado 14 / domingo 15 de Marzo de 2017
Escribe: Graciela Morgenstern
Fotos: Prensa Teatro Colón - Arnaldo Colombaroli, Máximo Parpagnoli
“Adriana Lecouvreur”, ópera en cuatro actos, con libro de Arturo Colautti y música de Francesco Cilea.
Adriana: Virginia Tola / Sabrina Cirera*
Maurizio: Leonardo Caimi / Gustavo López Manzitti*
Michonnet: Alessandro Corbelli / Omar Carrión*
Princesa de Bouillon: Nadia Krasteva / Guadalupe Barrientos*
Príncipe de Bouillon: Fernando Radó / Lucas Debevec Mayer*
Abate de Chazeuil: Sergio Spina / Ivan Maier *
Quinalt: Fernando Grassi
Poisson: Patricio Olivera
Mlle. Jouvenot: Oriana Favaro
Mlle. Dangeville: Florencia Machado
Mayordomo: Sebastián Russo
* Elenco correspondiente a las funciones extraordinarias.
Orquesta Estable del Teatro Colón (Mario Perusso)
Coro Estable del Tearo Colón (Miguel Martínez)
Escenografía: Christian Prego
Dirección de escena: Aníbal Lápiz
Como inicio de su Temporada Lírica 2017, el Teatro Colón presentó una muy buena versión de Adriana Lecouvreur, ópera en la que su autor, el calabrés Francesco Cilea, explayó su temperamento cálido y meridional. El drama pasional que surge de la obra teatral homónima de Eugéne Scribe y Ernest Legouvé y que le valió varios éxitos a la legendaria Sarah Bemhardt, se refiere a la vida de la actriz francesa, famosa durante el siglo XVIII. Su estreno en Buenos Aires fue en 1903, nada menos que con Medea Mei-Figner, Enrico Caruso y Giuseppe de Luca, bajo la dirección de Arturo Toscanini. De acuerdo con los gustos vigentes en el período de su composición, el perfil trágico del argumento incluye una trama de intrigas amorosas.
En esta ocasión se contó con dos elencos que se alternaron, con un conjunto de meritorios cantantes. Ante la deserción de la soprano Angela Gheorghiu, Virginia Tola asumió el rol protagónico en las funciones de abono. Realizó una interpretación musical y refinada aunque la obra excedió tanto sus recursos vocales como actorales, aspectos estos en los que se la notó débil, con algunos momentos inaudibles, en los que fue superada ampliamente por la orquesta. Sin embargo, logró un singular desempeño en el último acto, con su emotiva aria “Poveri fiori”, así como en la escena final, de hondo patetismo.
Aunque el tenor Leonardo Caimi sonó algo disminuido al comienzo, su actuación fue creciendo después del primer acto. Mostró agudos seguros, voz bien timbrada y una emisión franca, destacándose especialmente en su aria "L'anima ho stanca". Dio ímpetu y temperamento al personaje de Maurizio y resultó convincente.
Nadia Krasteva mostró un vocalismo temperamental como la princesa de Bouillon. Con gran caudal sonoro, sus agudos están bien timbrados y sus graves suenan con redondez. Sin duda alguna, cumplió ampliamente con su cometido.
El barítono Alessandro Corbelli, de amplia trayectoria, puso toda su experiencia y sus bondades vocales, al servicio de Michonnet. En tanto, Fernando Radó exhibió autoridad vocal y escénica como el Príncipe de Bouillon.
El resto de los cantantes mostraron buen rendimiento en sus roles, aunque se debe destacar la ponderable labor de Sergio Spina como el abate Chazeuil.
En los personajes principales, un elenco alternativo integrado en su totalidad, por cantantes argentinos, dio homogeneidad a la función extraordinaria del domingo 19. La protagonista fue Sabrina Cirera, poseedora de un importante patrimonio vocal, quien brindó momentos de gran sutileza y al mismo tiempo, singular fuerza dramática, resultando muy conmovedora.
A su lado, encarnando a su rival, la mezzo soprano Guadalupe Barrientos realizó una óptima actuación, con soltura y temperamento y desplegó su registro amplio y parejo y bello color vocal, con graves sólidos, un centro poderoso y agudos seguros que superaban ampliamente el volumen de la masa orquestal.
El tenor Gustavo López Manzitti encaró el rol de Maurizio con convicción y cumplió con los requerimientos de la partitura.
Omar Carrión, exhibió su reconocida solvencia musical e interpretativa como Michonet, realizando un buen trabajo, en todos los aspectos.
Tanto Lucas Debevec Mayer como Iván Maier realizaron labores de alta eficacia como el Príncipe de Bouillon y el abate Chazeuil, respectivamente.
El Coro Estable, bajo las órdenes de Miguel Martínez, logró un buen desempeño, en una obra que no le brinda muchas posibilidades.
La coreografía para la escena de baile de El juicio de París ideada por Lidia Segni, fue efectiva, si bien no muy imaginativa y no hubo ocasión para lucimientos personales.
En tanto, el maestro Mario Perusso evidenció un profundo conocimiento del estilo y bajo su conducción, la orquesta realizó una expresiva lectura de la partitura.
La puesta en escena se caracterizó por el talento creativo y la minuciosidad en el detalle. El régisseur Aníbal Lápiz dio animación al movimiento escénico, con una marcación tradicional, fiel al libreto, aspecto que en los días que corren, hay que agradecer. También de su autoría fue el suntuoso vestuario utilizado, de elaborada factura, realizado con materiales de alta gama y con diseño refinado. La escenografía de Christian Prego hizo uso de recursos variados, dejando expuesta su notable creatividad. En tanto, el diseño de iluminación de Rubén Conde resultó muy adecuado. Todo confluyó en una producción de inusitada belleza.
En definitiva, buenas actuaciones, una excelente puesta en escena y la gran oportunidad de disfrutar de una obra con una inspiración melódica fuera de lo común, que llega al corazón.
Funciones Extraordinarias