Concierto de la Orquesta Estable del Teatro Colón
Teatro Colón de Buenos Aires
Domingo 14 de mayo de 2017
Escribe: Eduardo Balestena
Orquesta Estable del Teatro Colón de Buenos Aires
Director: Maestro Isaac Karabtchevsky
Solista: Sergio Tiempo (piano)
Teatro Colón de Buenos Aires, 14 de mayo
El pianista venezolano Sergio Tiempo se presentó con la Orquesta Estable del Teatro Colón, dirigida por el maestro brasileño Isaac Karababtchesky, en el marco del Abono Verde.
El Concierto para piano y orquesta número 3, en re menor, opus 30 (1909), de Sergei Rachmaninov (1873-1943) fue la obra solista interpretada en la primera parte. Probablemente –y, por la envergadura, más que ellas- sea junto con la Rapsodia sobre un tema de Paganini (1934) y las Danzas Sinfónicas (1940), una de las obras más formalmente pensadas y elaboradas por el compositor, donde el virtuosismo se encuentra en paridad con las ideas musicales profundas y extremadamente demandantes.
La escritura de la obra fue comenzada en Ivanovka, la residencia veraniega de la familia (quemada por los bolcheviques en 1918 y reconstruida por el gobierno comunal durante la perestroika) en el verano de 1909 como una suerte de carta de presentación para una gira de conciertos en Estados Unidos de Norteamérica. Sumamente libre en su planteo estético, fue concebida como una demostración de virtuosismo y es una de las más difíciles del compositor.
La primera percepción en el abordaje de Sergio Tiempo fue el tempo y la acentuación (un/dos) en el sencillo tema inicial que vertebra este formidable opus, que en otras versiones, a diferencia de la del propio compositor, suele ser presentado más lentamente y en forma de frase melódica. El arranque en un tempo vivo hace más dificultoso el pasaje en que el tema es tomado por la orquesta mientras el piano lleva a cabo rápidas figuraciones sobre dicho tema, momento en que realmente comienza la permanente transformación motívica que lo presenta dentro de una gran diversidad –y libertad- de maneras. La forma verdaderamente rapsódica del concierto lo lleva a tal transformación, que abarca motivos derivados, el mismo motivo invertido y el desarrollo de un segundo tema, introducido por el diálogo entre el piano y la orquesta luego de la figuración inicial del piano sobre el primer tema. Lo hace en una suerte de forma sonata ampliada en la que el tema inicial vuelve a ser expuesto en varias oportunidades, una de ellas en la orquesta, tras la cadencia del instrumento solista.
Lo que pareció un momento de indefinición en la intervención solista y su relación con la orquesta surgió, en dos oportunidades, durante los pasajes de comienzo del complejo desarrollo del movimiento, sin que se perdiera el hilo del desarrollo en ningún momento.
El Intermezzo-adagio no es en rigor un movimiento lento, aunque presente pasajes de esas características, sino una serie de complejas variaciones sobre el tema inicialmente expuesto por la orquesta. En ellas, Rachmaninov utiliza una gran variedad de recursos en la elaboración del tema del movimiento por el instrumento solista y la orquesta que recuerdan a los utilizados en la Rapsodia: el tema expuesto en forma más rápida y compacta, con el agregado de notas; el desarrollo de episodios tomando un intervalo de una parte; la aparición de notas que subrayan partes del tema y omiten otras y el enriquecimiento por de la orquesta, que lo toma y expande, también de diversas maneras, todo ello a lo largo de un extenso y cambiante desarrollo que conduce y se resuelve, casi sin solución de continuidad, al Finale: alla breve, de gran fuerza. Es una exposición de la mayor intensidad en el instrumento solista y también de la orquesta que cuando el piano intensifica la exposición del tema inicial y lo transforma, va virtualmente cruzada con el piano. Todos los recursos son explotados en sus mayores posibilidades: la transformación motívica, la aparición de desarrollos a partir de fragmentos, la fuerza arrolladora del conjunto y la cohesión, dada en gran medida por el uso de los intervalos del tema, una cohesión que nunca se pierde pese a la diversidad de medios utilizada.
Los bises que, tras la ovación final recibió Sergio Tiempo (Chopin; Ginastera; el Joropo, de Moisés Muleiro, en recuerdo de sus hermanos venezolanos) subrayaron la versatilidad de un gran pianista, su capacidad para entrar a un estilo y a otro.
Sergio Tiempo obtuvo una excelente versión de uno de los conciertos más difíciles, virtuosos y bellos de la literatura del género.
La Sinfonía nro. 1, en re mayor, “Titán” de Gustav Mahler (1860-1911) fue la obra abordada en la segunda parte.
Obra de una personal y cuidada elaboración, de gran riqueza formal y temática, comienza con un largo pedal inicial, con un simple motivo evocativo de lo perenne y espontáneo de la naturaleza: ecos dispersos, la fanfarria de fronteras en las trompetas, en un sonido muy tenue, los cornos, evocativos de la lejanía, hasta la introducción del tema del caminante, que marca el fin del largo pedal inicial.
Muchas serán las combinaciones temáticas en las distintas maneras de exponer un sonido de gran diversidad de colores orquestales. Intervalos de cuarta dan unidad a los distintos ecos del movimiento.
Distintos tratamientos del material se superponen en las distintas secciones del tejido orquestal: la obra no es nueva sólo en su idea temática sino en su forma y complejidad.
El nutrido último movimiento, que, en su forma ternaria ABA, con una extensa elaboración final, tomará elementos de los anteriores, está dado por un choque de fuerzas entre el tema heroico de los metales y las violentas exclamaciones de las maderas, con un episodio lento de gran dulzura. La modulación en el pasaje a la última sección se produce a partir del motivo de la marcha fúnebre paródica del tercer movimiento y, sobre el final, es reconocible el tema del caminante y de la fanfarria lejana en las trompetas, en un horizonte musical de gran belleza de los temas y de exuberancia sonora, dada en los forte, en los registros disonantes y de enorme amplitud de secciones como los cornos, y de coexistencia de elementos diversos.
El maestro brasileño Isaac Karabatchevsky, de una tan extensa como reconocida carrera en su país y en Europa obtuvo un excelente registro de la obra de Mahler, con indicaciones que residían ya en las intervenciones que correspondían a su marca del tempo, ya liberando la marca en otros fragmentos o indicando las de una percusión nutrida en el último movimiento.
Asimismo, parte de la orquesta había intervenido en el concierto del día anterior de la Orquesta de la Asociación de Profesores de la Orquesta Estable en el Teatro Coliseo, lo cual es un indicador de su profesionalidad.
Eduardo Balestena