"El Caballero de la Rosa” en el Colón
DISCRETA REDICIÓN STRAUSSIANA
Teatro Colón
Martes 18 de Julio de 2017
Escribe: Carlos Ernesto Ure
“El Caballero de la Rosa”, ópera en tres actos, con libro de Hugo von Hofmannsthal, y música de Richard Strauss.
Con Manuela Uhl, Kurt Rydl, Jennifer Holloway, Oriana Favaro, John Hancock y Darío Schmunck. Iluminación de Robert Carsen y Peter van Praet, escenografía de Paul Steinberg
Vestuario de Brigitte Reiffenstuel, coreografía de Philippe Giraudeau
“régie” de Carsen repuesta por Bruno Ravella.
Coro de Niños (César Bustamante),
Coro (Miguel Martínez)
Orquesta Estables del Teatros Colón (Alejo Pérez).
Parafraseando a un veterano colega, bien podría decirse que esta nueva entrega de “El Caballero de la Rosa” sólo alcanzó niveles de una honorable discreción. La obra maestra de Richard Strauss subió a escena el martes, en el Colón, en cuarta función de gran abono de la temporada lírica oficial, jornada que con sus más y sus menos, no exhibió desde ya debilidades gruesas pero tampoco será recordada por su singular categoría artística.
Puesta disímil
Lo primero que debe señalarse es que la producción, liderada por el conocido “regisseur” canadiense Robert Carsen (que no vino a la Argentina) sorprendió negativamente como consecuencia de su inexplicable diversidad conceptual. El acto inicial, en la cámara de la Mariscala, lució elegancia, adecuado carácter y criteriosos movimientos. El siguiente, ambientado en una suerte de oploteca con alegorías guerreras egipcias o etruscas, despojó de todo encanto a la escena de la entrega de la flor de plata (que más que una rosa pareció el rosal entero), ello con el agregado de figuraciones coreográficas totalmente fuera de contexto. El último fue ubicado en un prostíbulo, pese a que los autores indican que se trata de una posada. Ambientada la acción en 1911, los figurines diseñados por Brigitte Reiffenstuel se destacaron en cambio por su finura y calidad.
En el cuadro vocal, la figura sobresaliente fue por cierto el bajo austríaco Kurt Rydl (Barón Ochs), dominador absoluto de su papel y dueño de un registro sólido y bien armado. La alemana Manuel Uhl (Mariscala), en la que fue tal vez la más endeble de sus tres labores straussianas en nuestro medio, sin perjuicio de su escuela y de pasajes bonitos, resultó sobrepasada por las exigencias de una parte que excede a una soprano de base lírica, lo que le trajo inconvenientes de fraseo y dicción y decaimiento en el tercio inferior de su tesitura. Su colega, nuestra compatriota Oriana Favaro (Sophie) acreditó metal agradable pero pequeño para este repertorio, Darío Schmunk emergió airoso de la difícil aria del tenor italiano y la mezzo estadounidense Jennifer Holloway (Octavian) compuso su personaje con pasión y notas de color desparejo, que en más de un momento desdibujaron su esmalte.
Los coros y la orquesta
Los dos coros de la casa, el de niños (César Bustamante) y el de mayores (Miguel Martínez) se desenvolvieron con solvencia. La Orquesta Estable, sin fallas llamativas, demostró, por el contrario que no se halla técnicamente en el mejor momento para ejecutar una partitura de las complejidades de “Der Rosenkavalier”.
En el podio estuvo Alejo Pérez, quien brindó con pocas excepciones una versión “lavada”, cuidada hasta el extremo de la prescindencia de tensiones y vivacidad rítmica, inflexiones de fraseo o detalles de articulación (sus predecesores fueron Busch y Kleiber, Böhm y Leitner, Leinsdorf y Maag, Kurz y Decker). Una apreciable porción del público se retiró antes del final.
Calificación: bueno