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Mozart en los Festivales de su ciudad


"LA CLEMENZA DI TITO"

 

Salzburgo, Austria

Sábado 29 de Julio de 2017

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

Salzburgo (especial). Ropa de gala, fotógrafos, periodistas, "trachten". Una ópera de Mozart nunca falta en los Festivales, y en la ocasión le tocó el turno a "La Clemenza di Tito". Había gran expectativa, porque esta "premiére" constituía el debut de Teodor Currentzis y toda su compañía rusa, una apuesta fuerte de estas jornadas austríacas, a lo que se sumaba la "régie" de un artista si se quiere "rupturista". Podemos decir sin rodeos que los resultados, con sus más y sus menos, fueron desde ya sumamente interesantes y estimables, sin ir globalmente demasiado más allá.

 

La Ópera de Perm
Cabe apuntar de manera inicial que MusicAeterna, la orquesta de la Ópera Tchaicovsky, de Perm, es un conjunto correcto y seguro de categoría media, pese al inclaudicable temperamento del director, que lo formó en 2004. En cuanto al maestro griego (que estuvo en el Real de Madrid, en la Ópera de París y en el Bolshoi), si bien no exhibió relevantes detalles de fraseo ni excesivo vuelo, concertó con criterio, precisión y manifiesta solvencia, aún cuando exageró algunos contrastes dinámicos y alternó en otros momentos el ardor con pausas y tiempos bien lentos.

 

Creado en 2011 por el mismo Currentzis, el coro de la organización, por cierto superior a la orquesta, acreditó por su lado potencia, calidad, incisivas amalgamas.

 

Además del consabido "corno di bassetto", la versión ("para darle mayor espiritualidad") incluyó innecesariamene fragmentos sinfónico-corales de una Misa de Mozart. La producción corrió por cuenta del británico Peter Sellars, quien desvirtuó de entrada la médula de esta "opera seria" al presentar a un emperador romano con la figura de un negro gordito, vestido con camisa, corbata roja y un traje gris claro. Además de ello, hizo cantar a Titus casi todo el segundo acto acostado y convulsionando hasta el último suspiro en una modernísima camilla de hospital. No hace falta agregar nada más. Pudo haber sido peor.

 

Marianne Crebassa
Ninguno de los cantantes que encarnaron a la pareja protagónica rayó a gran altura. El estadounidense Russell Thomas (Tito Vespasiano), tenor en fulminante ascenso (actuó en Berlín, San Francisco, el Covent Garden y hará su debut en el Met) lució registro recio, lozano, entero, y cierto desapego estilístico, y la soprano sudafricana Golda Schultz (Vitellia, su esposa), sin perjuicio de su línea depurada, mostró metal demasiado lírico y falto de graves para su parte.

 

El veterano Willard White (Publio) acreditó a su vez impecable firmeza, Christina Gansch (Servilia) caudal insuficiente para una sala de las dimensiones de la Felsenreitschule, y la soprano trinitense Jeanine De Bique (Annio) lució en cambio excelente color y manejo de intensidades, además de convincente expresividad, colocación y proyección.

 

Pero la figura más destacada de la noche fue sin duda Marianne Crebassa (Sesto). La mezzo de Monpellier sorprendió por su volumen y su técnica y la consistencia y armoniosidad de su voz. A ello cabe añadir la facilidad y elocuencia de su coloratura y la esbeltez de la línea. Se trata, sin duda, de un elemento de importante recorrido futuro.


Carlos Ernesto Ure