Ascenso y Caída de la Ciudad de Mahagonny, en el Colón
Una versión destacada
Teatro Colón
Martes 25 de Agosto de 2017
Escribe: Graciela Morgenstern
“Ascenso y Caída de la Ciudad de Mahagonny”, de Kurt Weill.
Libreto: Bertolt Brecht
Elenco: Iris Vermillion, Nicola Beller Carbone, Nicolai Schukoff, Pedro Espinosa, Hernán Iturralde, Gonzalo Araya, Luciano Gara, Iván García y otros.
Coro Estable del Teatro Colón Director de Coro: Miguel Martínez
Orquesta Estable del Teatro Colón
Iluminación: José Luis Fiorruccio
Escenografía: Diego Siliano
Vestuario: Luciana Gutman
Regisseur: Marcelo Lombardero.
Director de orquesta: David Syrus
Continuando con su Temporada Lírica Oficial, el Teatro Colón presentó una versión muy destacada de “Ascenso y Caída de la Ciudad de Mahagonny” . La historia de la obra es complicada. Sus orígenes se basan en "Mahagonny Songspiel", para la que Weill usó una selección de los poemas de Brecht sobre esta ciudad ficticia del oeste estadounidense, presentada como una moderna Sodoma y Gomorra, destruída por su adoración de la violencia, el sexo, la corrupción, el whisky y el dinero. El texto es punzante, irónico y desafiante. La partitura, tiene riqueza en texturas y es seductora.
Fue estrenada en 1930, en un teatro de ópera, en Leipzig, interpretada por cantantes de opereta y de cabaret. Pocos meses después, fue presentada en Berlín en un teatro privado. Fue revisada varias veces y sufrió reiterados cambios de texto. Desde entonces, existe la discusión acerca de si es una ópera cumpliendo con todas las características del género o no. Pero ya sea que se la considere de un modo u otro, no cabe duda de que la intención de Brecht y Weill al crearla, fue dar un golpe bajo a la audiencia y hacerlos pensar acerca de sus valores y el futuro de la sociedad.
La producción escénica de Marcelo Lombardero fue muy exitosa en transmitir el mensaje de "Mahagonny". Utilizó una enorme variedad de recursos y con gran creatividad, planteó cada una de las escenas, mostrando una vez más, su gran talento, laboriosidad y minuciosa presentación de los temas involucrados. Su marcación no tuvo fallas y el uso inteligente de una pasarela avanzando sobre la platea sirvió no sólo para desdoblar algunas escenas sino también para lograr que el público se sintiera más cerca de la historia que se desarrollaba sobre el escenario. Contó para eso, con un equipo muy eficaz, en el que Diego Siliano realizó una escenografía muy adecuada y funcional, José Luis Fiorruccio colaboró con un excelente diseño de iluminación y Luciana Gutman creó un vestuario acorde con la idea general del espectáculo.
El intento de darle vida teatral a esta ópera también fue realizable porque contó con un elenco sólido y homogéneo que se adaptó perfectamente a la sofisticación de Weill y la amarga desilusión de Brecht.
Nicola Beller Carbone, se lució en su actuación como Jenny y exhibió su bello color vocal, especialmente en la Canción de Alabama. En tanto, Iris Vermillion como Leokadja Begbick fue brillante tanto en su canto, con muy buena técnica y graves de gran relevancia, como en los parlamentos, sumando a esto su desenvoltura escénica.
El tenor Nikolai Schukoff realizó una excelente interpretación de Jim, con un registro sano y parejo en toda su extensión, metal de bello color, emisión franca y gran histrionismo tanto en los movimientos como en el decir. No menos eficaz fue el Fatty de Pedro Espinoza, el Moses de Hernán Iturralde, cantado con notable autoridad vocal y presencia escénica, así como también el Jack de Gonzalo Araya Pereira.
El resto del elenco y el Coro Estable, bajo las órdenes de Miguel Martínez, cumplieron una labor encomiable.
El británico David Syrus, al frente de la Orquesta Estable realizó una interpretación correcta de la partitura, aunque podría haberle otorgado más energía a ciertos pasajes.
En su conjunto general, fue esta una muy buena versión. En cada escena, se pudo apreciar el esfuerzo que implicó llevar a cabo su representación. Un esfuerzo que a todas luces, valió la pena.