En el Colón, en el abono del Mozarteum
CONJUNTOS HOLANDESES DE MUY BUEN NIVEL
Teatro Colón
Lunes 11 de Septiembre de 2017
Escribe: Carlos ernesto Ure
Nystedt: Inmortal Bach
Bach: Chacona de la partita para violín Nº 2, en re menor
Pärt: “Da Pacem Domine”
Shostakovich: Sinfonía de cámara, opus 110 a
Faure: Réquiem, en re menor, opus 48.
Nederlands Kamerkoor (Peter Dijkstra) y Amsterdam Sinfonietta.
La séptima función de abono del Mozarteum fue realmente de impecable nivel. El lunes, en el Colón (con nuevo falso telón de fondo) se presentaron el Coro Neerlandés y la Amsterdam Sinfonietta, dos conjuntos de dimensión camarística de señalada calidad, quienes a lo largo de un programa de características bien disímiles, plasmaron con sus más y sus menos traducciones atrayentes.
Shostakovich
Dirigido por Kees Jan de Koning, el “Nederlands Kamerkoor” expuso ya desde el comienzo amalgamas, reverberaciones y armónicos globales de notable belleza. Con distribución espacial de sus miembros dentro de la sala, “Inmortal Bach” (1997), una suerte de austero coral del noruego Knut Nystedt, permitió calibrar la categoría y cristalina transparencia de las distintas voces, su perfecta afinación colectiva, el terso sostenimiento de las notas de mayor valor en largas líneas. Luego, y también “a cappella”, “Da Pacem Domine” (2004), del estonio Arvo Pärt, trabajo de compromiso encargado por Jordi Savall, pareció antes que otra cosa una suerte de intercalación de capas sonoras sucesivas, en un marco de vaguedad tonal.
Las líneas vocales agregadas por Hertha Thoene a la Chacona de la Segunda Partita para violín, de Bach, resultaron, por su lado, vacuas y estrafalarias. Pero lo que alcanzó rango por cierto brillante, fue la versión del Octavo Cuarteto de Cuerdas, de Shostakovich, transformado por Rudolf Barshai en la Sinfonía de Cámara opus 110a.
Este trabajo intenso, complejo por donde se lo mire, de tocante lirismo expresionista, fue compuesto en Dresden en 1960, en momentos en que su autor se encontraba anímicamente muy conmocionado al presenciar todavía los desoladores vestigios del feroz bombardeo anglo-norteamericano de Febrero de 1945. Sobrecogedora en su canónico largo inicial, la equilibrada interpretación de la agrupación holandesa tuvo tal vez su pico máximo en el vibrante, desgarrador “allegro”, de lenguaje contrapuntístico de ensamble tan arduo, sorteado con milimétrica concentración y excelente técnica. En el final, el “decrescendo” progresivo del discurso hasta el apagamiento definitivo del sonido, fue también, sin duda, de tenso, inasible impacto.
El Réquiem, de Faure
En la segunda sección el repertorio viró de raíz. El Réquiem (1889), de Gabriel Fauré, es una pieza litúrgica de severidad anti-romántica, distinguida por la pureza del discurso y la bella filigrana de sus empastes vocales y orquestales.
Actuaron aquí los dos grupos, y su despliegue mostró irreprochable balance, entretejidos de serena hermosura, armoniosos trazos melódicos. Cantado por la soprano portuguesa María Monteiro, “Pie Jesu” (cuerdas y armonio), uno de los fragmentos más delicados de toda la partitura, fue desde ya una de las páginas salientes debido a su visceral, serena dulzura.
Calificación: muy bueno
Carlos ernesto Ure