Importante estreno en la Metropolitan Opera House
“EL ÁNGEL EXTERMINADOR”
New York Met
Lunes 16 de octubre de 2017
Escribe: Carlos Ernesto Ure
Nueva York (especial)- Después de un vibrante recital de Martín Leopoldo Díaz en el Consulado Argentino: noche de estreno en el Met. “El Ángel Exterminador” se conoció en los Festivales de Salzburgo del año pasado, se dio luego en Abril en el Covent Garden, y ahora tuvo lugar su esperada ejecución en esta ciudad, en calidad de primera presentación americana.
Basada en el guión que Luis Alcoriza y Luis Buñuel escribieron para la película homónima, de 1962, convertido en libreto operístico por Tom Cairns y el propio compositor, Thomas Adès concibió en 2015 este melodrama surrealista en tres actos, imaginativo y atrayente desde ya por más de un factor.
Discurso fluido
Verdadero “enfant gatée” en el mundo de la creación musical actual, el artista londinense (1971) es autor de diversas obras orquestales y camarísticas (muchas de ellas llevadas al disco), y también de dos óperas anteriores a ésta, la segunda de las cuales, “La Tempestad” (tomada de Shakespeare), se representó en 2012 en esta misma sala.
Digamos desde ya que “The Exterminating Angel”, concebida con estructuras armónicas de base por lo general consonante, de cierta opaca vaguedad, exhibe un lenguaje de permanente fluidez, elaborado por momentos sobre la interrelación de núcleos celulares, y en otros con una suerte de melodía infinita, en la que enlazan murmullos, misterio, “glissandi”.
Sin números cerrados, la partitura de Adès prioriza el componente vocal, y destaca un tratamiento recurrente de índole coral (los dueños de casa y sus invitados) de singular escritura y compleja interpretación.
Al margen de algún trazo imitativo de Bach (primer acto, piano solo), de Berg o de pasos castizos (último acto), bien puede decirse que el inspirado discurso orquestal, pleno de permanentes y logradas búsquedas tímbricas (incluye dos tubas Wagner, guitarra, ondas Martenot y variada percusión) parece siempre subrayar ceñidamente la acción dramática, antes que promoverla. Pero al margen de ello, cabe precisar que la tensión no decayó en ningún momento, y que algunos trozos como el salvaje interludio entre los dos actos iniciales, el aria de Blanca (“Over the sea”), un dúo de extraño lirismo y el alucinante “réquiem” de cierre (un cierre de final incierto), alcanzaron niveles de alta categoría. La línea vocal, de todos modos, es abrupta, a veces agresiva, y se entremezcla con “quasi parlati”.
Los intérpretes
El propio compositor (muy aplaudido) estuvo en el podio, y condujo con pulida sensibilidad y criteriosa energía. Cairns fue a su vez el responsable de una producción de esmerado juego teatral, ardua debido a la concentración espacial de tantos personajes (24), pero resuelta con experimentado talento (un gran arco transversal de madera, desplazado con giros suaves, fue el elemento principal del cuadro visual).
Preparado por Donald Palumbo, el coro del Met superó con soltura los complicados escollos de su parte; en cuanto al elenco de cantantes solistas, corresponde remarcar la labor de la soprano sudafricana Amanda Echalaz (Lucía) y su colega de Oregon Audrey Luna (Leticia), obligada a abordar tremendos y repetidos sobreagudos y también a la mezzo británica Christine Rice (Blanca). En lo que hace a los varones, además del barítono Christian van Horn (Julio) y el tenor texano David Portillo (Eduardo), se distinguió el veterano bajo-barítono John Tomlinson (Doctor Carlos Conde), en su momento figura de peso en Bayreuth.
Carlos Ernesto Ure