En la Temporada de Nuova Harmonía
La Orquesta Sinfónica Estatal de Rusia en el Coliseo
Teatro Coliseo
Lunes 23 de abril de 2018
Escribe: Néstor Echevarría
Orquesta Sinfónica Estatal de Rusia “Evgeny Svetlanov”.
Programa: Suite N° 1 op.46 Peer Gynt,, de Edvard Grieg,
Concierto para piano y orquesta N°2 en Do menor,op.18 de Sergei Rachmaninov
Sinfonia N°5 en Mi menor, op.64 de Piotr Ilych Tchaikovsky
Director: Terje Mikkelsen
Solista: Philipp Kopachevsky.
La segunda jornada del ciclo Nuova Harmonia en el teatro Coliseo levantó la temperatura -valga la expresión- y el interés artístico ofrecido de manera rotunda al presentar a la Orquesta Sinfónica Estatal de Rusia “Evgeny Svetlanov”, fundada hace mas de ochenta años en la gran sala del Conservatorio de Moscú, y que recibe este nombre por el afamado director ruso que durante un extenso periodo fomentó su crecimiento internacional.
En esta oportunidad se presentó en el podio el director noruego Terje Mikkelsen, de sesenta y un años, de figura monumental y con apariencia de vikingo(valga el simil) formado en la academia musical del país escandinavo, por lo cual no resultó extraño que la primera obra del programa fuera de su ilustre compatriota Edvard Grieg, la música incidental para el poema de Ibsen , de la cual ejecutó con eficacia, estilo y forma la Suite N°1 opus 46.de Peer Gynt.
Pero enseguida subiría más la atracción del concierto al abordar el segundo de los conciertos para piano y orquesta del ruso Sergei Rachmaninov, escrito en Do menor,op.46. Todo funcionó como un mecanismo de relojería, la orquesta en sus diferentes secciones, con absoluta sincronía y precisión, y en el piano el talento juvenil del pianista moscovita de veintiocho años, egresado del conservatorio Tchaikovsky de la capital rusa, PhilippKopachevsky.
Alto y delgado, su digitación rápida y precisa,las octavas del piano que recibían la destreza de sus manos, mostraron a un virtuoso del teclado del cual cabe esperar mucho por su juventud. Tanto en el “moderato” inicial como el bello “adagio sostenuto” y el efusivo “allegro” final mostró absoluta consustanciación con la orquesta rusa y sus valores intrínsecos. El público reclamaba algún “encore” y su entrega fue la cuartade las “Danzas húngaras” de Johannes Brahms, para dejarlo satisfecho.
Finalmente, el cierre del concierto no podía ser más oportuno. La Quinta Sinfonía en Mi menor, op.64 de Piotr Ilych Tchaikovsky uno de los mayores orgullos de la historia de la música en ese país, apareció con rotundidad, enjundia, precisión de bellas cuerdas, excelentes vientos y percusión con un director experimentado y dueño de marcaciones claras y precisas.
Allí puede advertirse la calidad del organismo visitante, con mas de ochenta instrumentistas, y el porque de su progreso creciente. También allí los aplausos no cesaban , el director miró su reloj, como verificando el tiempo, y entregó la célebre obertura de la ópera “Ruslán y Liudmila” del emblemático padre de la ópera rusa, Mikhail Glinka, para cerrar la velada con auténtico brillo.
Néstor Echevarría
Calificación: Excelente