Con Barenboim y la Staatskapelle de Berlín
MAGNÍFICA EDICIÓN DE “TRISTÁN” EN EL COLÓN
Teatro Colón
Miércoles 11 de Julio de 2018
Escribe: Carlos Ernesto Ure
Fotos: Teatro Colón / Arnaldo Colombaroli
“Tristán e Isolda”,
Drama musical en tres actos, con libro y música de Richard Wagner.
Con Peter Seiffert, Anja Kampe, Angela Denoke, Kwangchul Youn y Boaz Daniel.
Escenografía de Hans Schavernoch
Vestuario de Buki Schiff
“régie” de Harry Kupfer.
Coro Estable del Teatro Colón (Miguel Martínez) y Staatskapelle de Berlín (Daniel Barenboim).
Hacía dieciocho años que “Tristán e Isolda” no se daba en el Colón (el estreno argentino aconteció en 1901 con Toscanini), por lo que la nueva producción que el miércoles se ofreció en esa sala, además de exhibir un inusual nivel de calidad, comportó también, meritoriamente, una saludable novedad para la generación más reciente. Piloteada por Daniel Barenboim e importada en tu totalidad de la Ópera del Estado, de Berlín, esta re-edición del gran drama musical del amor y de la muerte, se lo debe decir sin rodeos, alcanzó un rango de primera magnitud internacional sobre la base de un conjunto de factores criteriosamente conjugados.
Orquesta majestuosa
Sin dejar de mostrar cierto interés para quienes deriven teorías sobre el ángel caído y sus connotaciones sicológicas, lo menos prominente de la velada fue sin duda la puesta, de discreto vestuario (Buki Schiff) y un cuadro visual monotemático (Hans Schavernoch), que pudo haberse enfocado mejor a la ambientación de los distintos cuadros. En este marco, poco, muy poco pudo hacer Harry Kupfer (quien estuvo en algunos ensayos y regresó a Alemania), hoy octogenario, uno de los más estimables y grandes renovadores de la escena lírica de las últimas décadas. No parecieron felices, dicho sea de paso, entre otras cosas los toqueteos entre Marke y Tristán, la supresión de las espadas, la caída del héroe en el segundo acto.
En el foso, y como impactante innovación, se ubicó la Berliner Staatskapelle, cuyo cometido fue de real excelencia, de otro nivel respecto de lo que estamos acostumbrados a escuchar. Diáfana, enjundiosa, equilibrada, en esta orquesta más que centenaria, técnicamente impecable y pareja, sin perjuicio de otras familias destacaron la cuerda alta en la zona sobreaguda y el notable, expansivo soporte de los contrabajos.
En la tercera temporada en la que dirige ópera en Buenos Aires, Barenboim, por su lado, plasmó una versión sin cortes de excelso vuelo, siempre tensa, manejada hasta el milímetro en todas sus líneas y múltiples matices. Vibrante, de expresivas gradaciones, contrastes fluidos y una claridad de texturas que permitió discernir sin dificultades los diferentes componentes del orgánico, su abordaje emocional de la sublime creación wagneriana reflejó cabalmente todas y cada una de las sucesivas vivencias de esta obra de tan avasalladora fuerza pasional. El coro de la casa, preparado por Miguel Martínez, se mostró a su vez impecable en sus breves intervenciones.
Voces estelares
En lo que hace al cuadro de solistas cabe apuntar desde ya que no exhibió fisura alguna, lo que tampoco suele ser moneda corriente. El barítono israelita Boaz Daniel (Kurwenal) lució registro fresco, lozano, muy bien timbrado, al tiempo que el bajo coreano Kwangchul Youn (Rey Marke) desplegó un canto noble y elocuente.
El veterano Peter Seiffert (Tristán), en quien se nota ya el paso de los años, realizó sin embargo un trabajo efectivo. Desde ya que no se trata de un “Heldentenor” propiamente dicho, sino de un lírico, tal vez “spinto”, con una sólida técnica que le permite encarar papeles más pesados. Pero lo cierto es que sin perjuicio de la correctísima ocupación de su parte, se distinguió más en los fragmentos de mejor dulzura que en aquellos que requieren un pulso de mayor heroísmo.
Angela Denoke (Brangäne) exhibió desde su costado un perfil verdaderamente sobresaliente, de lo mejor escuchado en su parte en el recinto de la calle Libertad. Dueña de una voz entera, pareja, armoniosa, acabadamente compuesta, su canto de advertencia, el suave nocturno “Einsam wachend in der Nacht” (“solitaria vigilo en la noche”), de líneas melódicas tan envolventes y bonitas, se oyó como si se tratara desde ya de un bellísimo, exquisito instrumento.
La protagonista femenina fue Anja Kampe (Isolde) y su labor resultó asimismo admirable. Dotada de un metal de neta potencia, cálido color, emisión siempre franca y natural, que le permite modelar un sonido pleno, de tocantes armónicos, en su performance, más allá de todo ello, resultó también fundamental el fraseo. Genuina cátedra de la mejor escuela wagneriana, la soprano alemana desmenuzó cada nota y cada sílaba para integrarlas en un arco intencionadamente comunicativo. “Nicht Hörner schall tönt so hold” (“el sonido de los cuernos de caza no es tan encantador”, el maravilloso arioso en el inicio del acto intermedio) o el “dolcissimo pianissimo” “Mild und leise wie er lächelt” (“Como sonríe dulce y suavemente”), sin ir más lejos, configuraron desde ya modelos profundos, de sustancial refinamiento y sensibilidad.
Calificación: excelente
Carlos Ernesto Ure