MERECIAN TEATRO LLENO
Teatro Provincial de Salta
Jueves 26 de Julio de 2018
Escribe José Mario Carrer
Solista: Santiago Clemenz (flauta).
Orquesta Sinfónica de Salta.
Director Invitado maestro Juan Martín Miceli.
Concierto para flauta y orquesta nº 2 en re mayor K. 314 de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791).
Sinfonía nº 88 en sol mayor de Franz Joseph Haydn (1732-1809)
Sinfonía nº 4 en mi menor op.98 de Johannes Brahms (1833-1897).
Quinto concierto del ciclo Haydn. Aforo 75%.
La innata habilidad de Mozart para escribir conciertos se revela una vez más en este K.314 de oboe y orquesta que luego fue repetido, cambiando la tonalidad de do mayor a re mayor, para flauta solista. Es una página de concurso que habla de sus dificultades técnicas a pesar de lo cual no pierde su belleza natural. La labor del Santiago Clemenz, guía de las flautas en la orquesta sinfónica local fue impecable desde donde se la mire. Ese aspecto tan particular del sonido agudo de un instrumento que, obvio, no existía en la época del autor como se lo conoce ahora, donde también cuenta con un sonido bajo y suave. Todo esto sirvió para una rica interpretación cuyo punto más alto fue la cadenza al finalizar el primer movimiento, o la ternura del “adagio” más el mutuo entendimiento entre director y solista.
Vivían a solo 300 kilómetros de diferencia hasta que Mozart fue a Viena. Fueron los dueños del clasicismo, etapa comprendida aproximadamente entre 1750 y 1820. Pero el severo carácter de Haydn hizo que éste fuera más cuidadoso con sus cosas y con su vida.. Su composición combinaba equilibrio, elegancia y virtuosismo. Es el caso de su sinfonía nº 88 aunque el poderío orquestal es previo a la existencia de la orquesta beethoveniana. Una de sus obras maestras es esta sinfonía dedicada a Johann Tost, concertino de la orquesta que habitualmente interpretaba su música. A pesar de ello no es una sinfonía que se oiga a menudo en nuestras latitudes. Los “allegros” del primer movimiento y el último son los esquicios mas atractivos a los que agrego la inspiración temática del “largo” y el “minué” centrales. El maestro fue vital conductor y la orquesta supo reaccionar acorde con su batuta.
La última sinfonía del músico de Hamburgo, Johannes Brahms, fue el plato fuerte de la noche. Tiene un amable inicio de dos notas repetidas nueve veces que suenan como si algunos conductores te estuvieran invitando a entrar a su casa. Su armado es bien centro-europeo y a veces cuesta imaginar a ese hombre hosco, huraño, de cierto desaliño, de cuerpo y barbas casi descuidados como fue Brahms, escribir algo tan romántico, tan pleno de reminiscencias magyares, gitanas. Obra de envergadura con la seriedad de sus metales y maderas suaves, mas una cuerda tratada con sabiduría. En verdad no encuentro referencias ajenas como sucede en otras sinfonías del autor, pero se trata de un idioma compacto y pleno como el movimiento final que ofrece diferentes variaciones del tema principal.
La conducción fue limpia, como dije antes, vital, arrolladora, de gran firmeza, exigiendo a los músicos una concentración indestructible. El maestro Miceli, es un joven director que ha dejado de ser una promesa. Es una realidad que enriquece al país. Su trayectoria seguramente se corresponderá con esa técnica que solo se encuentra en Viena donde estudió. Tiene una gestualidad clara y altamente comunicativa para el músico y el oyente. Por supuesto será bueno tenerlo nuevamente en algún momento futuro.