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La Bohème, en el Teatro Colón

 

Teatro Colón
Domingo 21 de octubre de 2018


Escribe: Eduardo Balestena

Fotos:Teatro Colón - Arnaldo Colombaroli, Máximo Parpagnoli

 

 

La Bohème, ópera en cuatro actos.
Música: Giacomo Puccini
Libreto: Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, basado en “Escenas de la vida bohemia”, de Henri Murger.
Dirección musical: Joseph Colaneri
Elenco: Mimí, Marina Silva (soprano); Rodolfo, Gustavo López Manzitti (tenor); Marcello, Vinicius Atique (barítono); Musetta, Paula Almenares (soprano); Colline, Emiliano Bulacios  (bajo); Schaunard, Cristian Maldonado, (barítono).
Orquesta, Coro Estables y Coro de Niños del Teatro Colón; director del coro, maestro Miguel Martínez, director del Coro de Niños, César Bustamante.
Dirección de escena: Stefano Trespidi.
Diseño de escenografía e iluminación: Enrique Bordolini.
Diseño de vestuario: Imme Möller.

 

En La Bohème se aúnan el refinado manejo de la paleta orquestal con una música en función narrativa, connotativa y de preanuncio de determinados sucesos, con recursos teatrales sencillos y efectivos, en un todo que apela permanentemente a la sensibilidad. Cada hecho en la escena está concebido al detalle tanto en el plano sonoro y teatral, de manera que no resulta posible separar un elemento de otro: no hay pasajes estáticos ni una primacía del aria como modo de enunciación sino un continnuum que transita por distintas sensaciones: desde la algarabía, al amor y al dolor.


Concebida no como el desarrollo progresivo de una acción sino como escenas, la unidad está dada por la recurrencia de elementos musicales determinados, que sin ser propiamente lemotive se encuentran asociados a personajes y estados, tal como sucede en el acto tercero, donde los motivos musicales con los cuales surgió la relación amorosa jalonan la despedida: su sentido así se invierte y resultan doblemente emotivos. No por previsibles ni codificados los recursos teatrales dejan de ser efectivos: conmueven una y otra vez y lo hacen por la fuerza de la música.


La dirección musical
La Orquesta Estable se desempeñó con su acostumbrado ajuste y riqueza sonora bajo una dirección que mantuvo la dinámica en una intensidad homogénea, sin extraer la posibilidad de matices de una partitura muy elaborada, con una marcación focalizada mayormente en la indicación del tempo.


Coro y coro de niños 
Las exigencias puestas al Coro de Niños en el segundo acto distan de ser sencillas: notas breves, intensas y definidas, una viva atmósfera de juego y algarabía, donde cualquier desfasaje sería notorio, hablan de los méritos del coro  y la preparación del maestro Bustamante. Lo mismo puede predicarse del Coro Estable, que comparte el mismo escenario del segundo acto, con lo cual la exigencia de precisión, ante elementos musicales diferentes, constituye una demanda importante.


Las voces
Marina Silva exhibió con naturalidad sus recursos vocales y actorales, componiendo a una Mimí con todos los matices del personaje, expresados en una línea de canto brillante, cálida, segura en todo el registro y de gran sensibilidad, ya desde su aparición en escena y luego en la famosa aria Mi chiamano mimi, con un manejo absoluto del control de la emisión, el portamento y el pasaje hacia sonoridades más agudas.


Le fue concedido el premio Artista Revelación de la Asociación de Críticos Musicales de la Argentina en 2009 y ha interpretado numerosos papeles como Frasquita, en Cármen; Zemfira en Aleko, Violeta, en L Travista y otros.


De una gran trayectoria, en el país y en el exterior, Gustavo López Manzitti se consolidó, particularmente a partir del segundo acto, en su personaje de Rodolfo, mostrando la calidez vocal y el fraseo de una emisión que brindó lo mejor particularmente en la zona media de la tesitura, con un recurso actoral muy sólido y una gran seguridad en su papel. En el acto primero se mostró exigido, en claridad y volumen, en la zona de los agudos.
En su rol de Marcello, Vinicius Atique mostró la expresividad, potencia y gradaciones que requiere el personaje, con una emisión clara y potente, con un cabal dominio actoral.


Con una presencia escénica de gran impacto y plasticidad, Paula Almenares compuso a una Musetta que pareció exigida en la zona de los agudos, en el vals, en un sonido incisivo y tenso. En los actos tercero y cuarto exhibió un caudal potente y bien timbrado así como su acostumbrada solvencia actoral.
Como Colline y Schaunard, Emiliano Bulacios y Cristian Maldonado lucieron un registro de afinación muy precisa, ductilidad en el fraseo y potencia vocal. Un ejemplo de ello es la conocida romanza Vecchia zimarra en la que Emiliano Bulacios lució la musicalidad de su timbre y su fraseo.


La puesta
Muy cuidada formalmente, imaginativa y de enorme impacto visual, en el color y en el detalle, nada en la puesta fue librado al azar: el afán por el detalle, la belleza de cada cuadro y cada parte de la escenografía e iluminación, fueron el marco de desplazamientos muy precisos en la escena.


Dividida en planos conectados por escaleras, con la entrada en perspectiva y el fondo de edificaciones, luces de ventanas y cielo, la buhardilla del principio y del final conformó un espacio que permitió a los personajes desplegar un lenguaje de gestos y desplazamientos.


Una solución muy original a las acciones simultáneas que suceden en el segundo acto fue el paralizar a grupos en los cuales no se focalizaba la acción, mientras actuaba el resto: de este modo, el coro de niños y el personaje de Parpignol permanecieron inmóviles, como un verdadero cuadro, mientras la acción discurría en el grupo de Bohemios. El propio segundo acto es presentado como un rico cuadro al descorrerse el telón y aparecer los niños en la calle, con la perspectiva del café Momus, la tienda ambulante de libros y el resto de los lugares.


Igual cuidado en la composición fue el del tercer acto, en la Barriere d´Enfer, en las puertas de París, donde una verdadera acción secundaria se insinúa detrás de las ventanas de una posada de dudosa apariencia.


Vestuario e iluminación estuvieron concebidos con igual despliegue visual e imaginativo que el resto de una puesta que funcionó como el enorme y aceitado mecanismo, estático, rico y móvil al mismo tiempo,  al servicio de la ópera. 

Eduardo Balestena

 

 

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