Pese al relevante desempeño del Coro Estable del Colón
TEDIOSA VERSIÓN DE UN ORATORIO DE HAYDN
Teatro Colón
Viernes 2 de noviembre de 2018
Escribe : Carlos Enesto Ure
"Las Estaciones”, oratorio en cuatro partes, Hob. XXI.3, con texto de Gottfried van Zwieten y música de Franz Joseph Haydn.
Con Daniela Tabernig, soprano, Carlos Ullán, tenor, Hernán Iturralde, bajo-barítono,
Coro (Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Carmen Moral).
Fueron varios los factores que confluyeron este viernes para que la séptima función de gran abono del Colón no estuviera a la altura de su público (que por añadidura, paga una entrada superior a la de otras representaciones). Uno de ellos, fue desde ya el envejecimiento de “Las Estaciones”, oratorio profano, desprovisto de un mensaje religioso cardinal susceptible de atravesar las épocas. Otros, una actuación orquestal gruesa, de deficiente calidad, y una dirección que dejó mucho, pero mucho que desear.
Trazos gruesos
Estrenado en 1798, Haydn compuso “Las Estaciones” (“Die Jahreszeiten”) con afán imitativo de los grandes trabajos de Haendel, que había escuchado en Londres (y a los cuales no se parece en nada). Hoy, si se quiere ser amable sin ir un paso más allá, su creación resulta un tanto indiferente, casi despojada de arias y con recitativos que bien se pueden suprimir, a lo que se anexa una orquestación por lo general de escaso vuelo y una dominante contención clásico-académica. Cabe agregar a esto un texto bucólico-naif, decididamente acartonado, para encuadrar esta obra extensa, de más de dos horas de duración, que se había dado antes en el recinto de la calle Libertad en 1939, con Kleiber, y en 1964, con Louis Soltesz.
En cuanto a la interpretación, digamos que la maestra peruana Carmen Moral, de gestualidad ampulosa, se manejó por cierto con fraseo y trazos elementales, casi como de una lectura mecanicista, lo que deslució enormemente la gentil partitura de Haydn. Hubo diversos claros en la sala cuando se inició esta ejecución tan aburrida, y muchísimos más, por supuesto, cuando concluyó.
El coro, excelente
Inversamente, los tres cantantes solistas exhibieron atrayente rango individual, al margen de su notoria falta de uniformidad estilística (deficiencia imputable a la concertadora).
Carlos Ullán (Lucas), dueño cabal de todas las notas de su parte, mostró un registro terso y homogéneo pero demasiado liso y Hernán Iturralde (Simón) acreditó metal sólido, entero, manejado con acierto, al tiempo que Daniela Tabernig (Hanna) exhibió voz penetrante, de destacado timbre y color, lozana, con línea y claroscuros de impecable factura (“Aus Lapplands Höhlen”, N° 30).
De todos modos el elemento más distinguido de la noche fue sin duda el Coro Estable. Preparado por su titular, Miguel Martínez, esmaltadamente flexible y con varios refuerzos, este gran organismo lució armoniosas amalgamas y excelente categoría en cada una de sus cuerdas. Cabe añadir a ello una técnica consumada y bellos armónicos, todo reflejo de un criterioso trabajo previo, algo menor, y ello resultó ostensible, en la segunda porción de la velada.
* Calificación: regular
* Carlos Ernesto Ure