La Orquesta de Cámara de Viena en la clausura del Mozartem
UN CONCIERTO DESPAREJO EN EL COLÓN
Mozarteum Argentino
Teatro Colón
Lunes 12 de Noviembre de 2018
Escribe: Carlos Ernesto Ure
Stravinsky: Concierto para cuerdas, en re mayor;
Mozart: Divertimento en re mayor K 136, y Concierto para piano y orquesta N° 12, en la mayor, K 414;
Pärt: Silouan’s Song;
Grieg: Suite Holberg, opus 40.
Stefan Vladar, piano y dirección y Orquesta de Cámara de Viena.
Última función de abono de la temporada del Mozarteum Argentino, el concierto del lunes, en el Colón, se caracterizó llamativamente por sus notorias irregularidades. Interpretaciones anodinas o extrañas, en efecto, alternaron con otras de mejor categoría, y ello se tradujo en altibajos patentes, que restaron obviamente brillo a la velada.
Enfoque extraño
Organismo fundado en 1946, esto es, casi inmediatamente después de concluida la guerra, la Orquesta de Cámara de Viena, ya en su séptima visita a nuestro país, abrió la jornada con el Concierto para cuerdas en re mayor, de Stravinsky (1946), mero ejercicio de composición elaborado por encargo, si se quiere híbrido, en cuyo transcurso expuso equilibrio y claridad de texturas.
Luego, el maestro Stefan Vladar, en el doble carácter de conductor y pianista, abordó el Concierto N° 12, de Mozart (1782), y lo hizo con concepto sumamente particular, por completo distorsivo de la estética del autor de “Così fan tutte”. Es que luego de manejar el “allegro” con correcta dinámica, el músico austríaco incursionó en el “andante” y el “allegretto” con un sello romántico propio de Liszt o de Chopin, en los que los excesivos “rallentandi”, silencios y “rubati”, las pausas entre cada período, a lo que se sumó un discurso introspectivo alteraron melancólicamente el espíritu de este trabajo “popular” según palabras del propio Mozart, elegante, de tan fresca y espontánea inspiración.
La segunda parte, mejor
Ya en la segunda sección, “Silouan’s Song”, del estonio Arvo Pärt (1991), breve meditación humanística-religiosa con rasgos de melodía infinita, fue vertida con hondura, y la conocida Suite “Holberg”, que Grieg escribió en homenaje al escritor danés (1884), en su transcripción para agrupación de cuerdas (en el caso, veinticuatro) fue objeto de una entrega decorosa, ajustada, vigorosa en sus inicios, sin ir mucho más lejos. Ello sin perjuicio de poner en relieve la armoniosa densidad de las distintas familias de arcos y de ciertas resonancias de corte polifónico, la tersura de los primeros violines y la nitidez de los “pizzicatti”.
El punto alto de la noche fue sin dudas el Divertimento para cuerdas K 136, también de Mozart (1772). Verdadero modelo interpretativo en lo que hace a intensidades y estructura de un discurso bellamente cromático, acabadas acentuaciones y claroscuros exquisitos, el lenguaje se destacó asimismo por los excelentes contrastes “piano-forte”, la esbeltez de sus líneas y la delicada interacción de los planos sonoros.
Calificación: bueno
Carlos Ernesto Ure