En el Colón, en el cierre de la temporada lírica
“NORMA”, ESPECTÁCULO DE ATRAYENTE NIVEL
Teatro Colón
Domingo 2 de diciembre de 2018
Escribe: Carlos Ernesto Ure
Fotos: Teatro Colón - Arnaldo Colombaroli, Máximo Parpagnoli
"Norma”, tragedia lírica en dos actos, con libro de Felice Romani y música de Vincenzo Bellini.
Con Anna Pirozzi, Héctor Sandoval, Annalisa Stroppa, Fernando Radó y Guadalupe Barrientos.
Iluminación de Rubén Conde
Escenografía de Enrique Dartiguepeyrou y Claudia Bottazzini
Vestuario de Aníbal Lápiz
“régie” de Mario Pontiggia.
Coro (Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Renato Palumbo).
Pasados los fastos del G20, que obligaron a reprogramar todas las funciones de “Norma”, el título de Bellini subió finalmente a escena este domingo en el Colón, en octava y última función de abono vespertino. Cabe apuntar desde ya que el espectáculo ofreció en líneas generales rango alto y parejo, tanto en sus aspectos escénicos, a cargo de realizadores calificados, como en el costado musical, donde sobresalieron las voces.
Una puesta criteriosa
Concebida con originalidad e inteligente adhesión a la médula de la obra, la “régie” de Mario Pontiggia recreó la Galia de cincuenta años antes de Cristo con marco esbelto, despojado, armonioso en formas y siluetas. Es sabido que el músico de Catania no poseía por cierto una personalidad artística sensible a la tragedia; pero aún dentro de estas limitaciones, el positivo trabajo de nuestro compatriota (que además es arquitecto) se deslizó siempre en un plano de impecables convenciones, con ubicación y movimiento de masas de logrado montaje visual.
Creado por Aníbal Lápiz, el vestuario se distinguió también debido a la utilización de telas livianas y sueltas, finamente estilizadas en diseños y tonalidades. Claudia Bottazzini y Enrique Dartiguepeyrou fueron a su vez los autores de una escenografía sustentada por grandes telones pintados de fondo, algunos perfectamente adecuados y otros (los del bosque de Irminsul) un tanto estrafalarios, no muy bien iluminados además por Rubén Conde.
En el podio estuvo Renato Palumbo, maestro del Veneto que arrancó con una Obertura (“Sinfonia”) llevada de manera confusa y vertiginosa, para alcanzar luego mayor sosiego a lo largo de un discurso si se quiere correcto, en el que no logró traducir de cualquier modo toda la exquisitez de la melodía belliniana, que tanto admiraban sin ir más lejos Wagner y Chopin.
Anna Pirozzi
Por su lado, el coro estable, preparado por su titular, Miguel Martínez, cumplió una labor de primera magnitud debido a la hermosura de su alma colectiva y su destreza profesional.
En cuanto al elenco de cantantes, el tenor mejicano Héctor Sandoval (Pollione) exhibió un registro no muy caudaloso, de acentos “spinto”, homogéneo y bien encuadrado, lo que le permitió desplegar una tarea eficaz.
Debido a la opulencia de su voz, corresponde poner en resalto la tarea de la mezzo Guadalupe Barrientos (Clotilde), al tiempo que su colega de Brescia Annalisa Stroppa (Adalgisa) causó agradable impresión por la complexión y peso, bello color y emisión franca de su metal, ello sin perjuicio de cierta debilidad en la zona grave (su fraseo en “Sola, furtiva al tempio” fue además un verdadero modelo de línea “belcantista”).
El bajo Fernando Radó (Oroveso) sorprendió en cambio como consecuencia de las ondulaciones y deterioro de su canto. Pero la gran figura de la tarde fue sin duda Anna Pirozzi (Norma). Conocíamos los antecedentes europeos de esta soprano, que viene desarrollando una carrera de primera magnitud desde no hace muchos años, a partir del “Ballo in Maschera” del Regio, de Torino, de 2012, y el impulso que después le dio Muti.
En su debut en Buenos Aires, su faena fue propia de una estrella con largo y exitoso recorrido por delante. Dotada de un registro bello, consistente, perfectamente colocado y de emisión franca, Anna Pirozzi, quien asumió por primera vez este papel en Mayo, en Bilbao, manejó asimismo con natural flexibilidad intensidades y “filatos”, inflexiones y colores. Puede apuntarse alguna nota débil en el pasaje superior (sobre lo que tendría que trabajar), agudos muy firmes, tersura en toda la tesitura, coloratura clara y una potencia que la llevó a sobresalir aún en los concertantes más vigorosos: fueron de superior calidad estilística, por lo demás, su Monólogo “Dormono entrambi”, en el segundo acto, seguido del “arioso” “Teneri figli”, apoyado en uno de los desarrollos melódicos más bonitos de toda la producción de Bellini.
Calificación: muy bueno
Carlos Ernesto Ure