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LOS GRANDES POR ALGO LO SON

 

Teatro Colón

Martes 25 de junio de 2019

 

Escribe: Néstor Echevarría

 

 

 

 

Opera: “Turandot”,

Drama Lírico en tres actos con Música de Giacomo Puccini y liberto de Giuseppe Adami y Renato Simoni en versión completada por Franco Alfano y Arturo Toscanini.

Elenco: María Guleghina (Turandot), Kristian Benedikt (Principe Calaf), Verónica Cangemi (Liú, Esclava), James Morris (Rey Timur), Raúl Giménez (Emperador Altoum), Alfonso Mujica (Minístro Ping), Santiago Martínez (Ministro Pang), Carlos Ullán (Ministro Pong), Alejandro Meerapfel (Un Mandarín), Laura Polverini-Gabriela Ceaglio (Dos Doncellas), Fernando Chalabe (Príncipe de Persia)

Coro Estable del Teatro Colón, Director: Miguel Martínez

Coro de Niños del Teatro Colón: Director: César Bustamante

Orquesta Estable del Teatro Colón

Escenografía y Concepción Original de Roberto Oswald  en Reposición de Cristian Prego, Vestuario Anibal Lápiz

Iluminación: Rubén Conde

Dirección Musical: Christian Badea

Reposición de Dirección Escénica: Matías Cambiasso-Anibal Lápiz.

 

 

 

Sin duda “Turandot” es una de las óperas del repertorio italiano mas convocantes. Sus posibilidades de puestas espectaculares por un lado, su partitura, que su autor Giacomo Puccini dejó inconclusa para internarse en Bruselas donde no pudieron salvar su vida afectada por un tumor maligno –falleció en 1924- quedando interrumpida hasta su conclusión asignada al maestro napolitano Franco Alfano. El estreno mundial fue en el ilustre Teatro alla Scala de Milan , dos después con  la dirección de Arturo Toscanini.


Por ejemplo para la soprano protagonista (“In questareggia” y los enigmas) y para la esclava Liu  y  su composición hasta el aria del tercer acto (“Tu che di gel sei cinta”) y los emblemáticos momentos del tenor (por cierto que alcanzan su supremo mensaje con “Nessun dorma”) los grandes coros y escenas, hacen que todo funcione como un verdadero engranaje donde entremezcla la suntuosidad orquestal y coral, añadiendo los papeles secundarios (como las tres mascaras) que juegan importantes efectos en toda la trama que trascurre en la China milenaria, bien urdida por sus libretistas Adami y Simone.


En suma haciendo memoria, hemos pasado por admirables ejemplos en la trayectoria del Teatro Colón, de lo que cabría mucho hablar y considerar. Pero eso es historia, aunque siempre viva, del pasado.


Por eso al encarar esta nueva versión el teatro capitalino, cabe primero ponderar la realización ya histórica de Roberto Oswald con vestuario de Aníbal Lápiz, que se remonta a principios de los años noventa y que luego se agigantó en la versión  posterior en el Luna Park por la amplitud infrecuente de escenario, que que estuvo bien realizada y rescatada por el propio Lápiz, no solo como vestuarista sino como codirector escénico repositor junto a Matías Cambiasso,  y tambier la labor cuidadosa del repositor de escenografía Christian Prego. Se rescató la suntuosidad de todo ese marco visual escénico bien iluminado por Rubén Conde, que dejó esa sensación de una prolija reconstrucción histórica y puesta en valor ponderable.


En cuanto a la versión musical trajo el retorno a Buenos Aires y el Colón (había cantado un recital en esta sala hace cerca de tres lustros)- de la soprano ucraniana Maria Guleghina, hoy a los 59 años (nacio en Odesa el 9 de agosto de 1959), demostrando tener condiciones vocales bien conservadas, tras más de tres decenios de carrera.  Volumen amplio y poderoso, registro de homogeneidad tímbrica mantenido, cantó la escena protagónica del segundo acto con solvencia, algún vibrato presente, pero solvente al fin.


En el  papel de La esclava Liu fue muy eficiente la labor de la soprano mendocina Verónica Cangemi, nacida en 1964,cantando con convicción del personaje y apropiada línea, sobre todo en la escena de la muerte de Liu, en tanto  el tenor lituano Kristian Benedikt de cuarenta y cinco años, que hizo su debut porteño en la ocasión, mostro un órgano de fonación algo desparejo, de timbre poco atractivo y cierta tendencia engolante, pasando bastante olvidable su pálida versión de la emblemática aria de Calaf, ”Nessun dorma.” Es mas, en la función de estreno, donde estuve presente, el publico no  aplaudió.


En los demás roles se distinguió la experiencia y calidad del bajo barítono norteamericano James Morris, oriundo de Baltimore,  con setenta y dos años ya, de recordada actuación como Wotan hace veintitrés años en el mismo escenario. Esta vez  entregó un ponderable Timur, vocal y actoralmente, lo mismo que también corresponde calificar como correcta la labor de nuestro compatriota Raúl Giménez, radicado hace añares en Barcelona y que está frisando los setenta años, y que dio adecuado fraseo e intención al Emperador Altoum, en la  emblemática escena de los enigmas, recurriendo -aseguró se lo pidieron- a reafirmar el carácter vocal del anciano personaje.


En cuanto al director rumano Christian Badea, nacido en Bucarest en 1947,  ofreció una correcta y digna lectura de la partitura pucciniana finalizada y completada por Alfano, aunque con algunas sonoridades de elevados decibeles y un fraseo pocomatizado. Entretanto estuvo Impecable el coro preparado por Miguel Martínez y el de niños por Cesar Bastamente Y también  queda como de estimable referencia en el plano de las individualidades de flanco, resaltar el cometido de las tres máscaras, protagonizadas por Alfonso Mugica, SantiagoMartínez y Carlos Ulán

 

Néstor Echevarría

 

Calificación: Bueno