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SIEMPRE SORPRENDENTE

 

Palacio de Correos - Auditorio Nacional

Martes 23 de julio de 2019

 

Escribe: Donato Decina

 

Beethoven: Sonatas:

N° 5, en do menor, opus 10 Nº 1,

Nº 11, en si bemol mayor, opus 22,

Nº 19, en sol menor, opus 49 Nº 1,

Nº 20, en sol mayor, opus 49 Nº 2 y

Nº 23, en fa menor, opus 57, “Appassionata”.

Daniel Barenboim, piano. 

 

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

 

Comencemos por el final. En medio de las ovaciones con la que fue recibida la interpretación que Daniel Barenboim efectuara de la sonata “Appasionata”, el gran Músico Argentino retornó al escenario en Compañía de Hernán Lombardi, Titular del Sistema Nacional de Medios y Contenidos Públicos para que Este anuncie al Público que ante una sugerencia del Maestro Barenboim,  se había decidido denominar “Auditorio Nacional” a la hasta ahora Sala Sinfónica, originalmente llamada “La Ballena Azul”. Algunos silbidos se produjeron a la entrada de Lombardi, pero el anuncio, sumado a que junto al Maestro descubrieran la Placa que será colocada en el ingreso a la platea, logró acallar por un instante las disidencias y que un cerrado y sostenido aplauso coronara el momento. Al menos en este concierto, las grietas quedaron en la anécdota.

 

Como siempre la elección del programa, todo Barenboim. Su sello personal. Una progresión cronológica de cinco Sonatas de Beethoven para que en igual dirección vaya el nivel del concierto. Ante todo es admirable e increíble ver a Barenboim con tanto ímpetu, de manera tal que fue sentarse en el taburete y atacar de inmediato con cada sonata. Es tal la seguridad, la claridad de conceptos y la interpretación que logra,  que es evidente que el enfoque ya lo tiene en su mente. Cada tempi, cada silencio, cada pausa, todo está allí.

 

   La Sonata Nº 5 obrará como una introducción para que desde allí en un espectacular “Crescendo”, cada obra sea un peldaño que se irá ascendiendo. Un Beethoven aún joven que está en camino a su definitiva identidad. Barenboim nos va mostrando el camino y nos revela  los detalles con los que Beethoven ya va definiendo su personalidad. Sonído límpido y claro, firmeza, pedal bien aplicado.  La Nº 11 ya muestra a un  compositor que va consolidándose técnicamente y Barenboim lo muestra en ese modo. Comienzan a vislumbrarse momentos de gran calidad. Un Adagio de una absoluta expresividad, con manejos de climas  pausas y silencios verdaderamente admirable. Un “Minuetto” expresado de la manera más delicada posible y un “Allegretto” final con momentos de encomiable energía que llevan a la primera gran ovación de la noche.

 

  Ya en la segunda parte,  dos sonatas muy breves y enlazadas entre sí las Nºs. 19 y 20 que conforman el Op. 49, siguieron en la programación Sentidas versiones de los movmientos iniciales, tanto del “Andante” de la 19, como del “Allegro ma non troppo” de la 20, Y dos remates contundentes de ambas en el Rondó de la 19 y el célebre “Minuetto”, a veces tan bastardeado en arreglos populares, pero que aquí luce resplandeciente.

 

  El remate de la noche vino de la mano de la descomunal versión de la “Appassionata”. Berenboim a pleno, con una imponente administración de recursos, haciendo gala de todas las cualidades anteriormente expuestas, logrando del auditorio momentos de un silencio “sepulcral” y un final de envidiable energía y contundente remate, para que de modo automático el público estallara en una ovación de las más grandes que el Auditorio registre en sus 4 años de historia.

 

No pudo existir un mejor comienzo. Y lo mejor todavía está por venir.

 

Donato Decina