Debut de Rolando Villazón con un recital de cámara en el marco del Festival Barenboim
CON VOZ PROPIA
Auditorio Nacional
Viernes 2 de agosto de 2019
Martha Cora Eliseht
Finalmente, se produjo el tan ansiado debut del tenor mexicano Rolando Villazón en la Argentina y lo hizo en el Auditorio Nacional del CCK el pasado viernes 2 de Agosto acompañado por Daniel Barenboim al piano, en un recital de música de cámara que tuvo una particularidad: un repertorio integrado casi exclusivamente por obras en castellano –con excepción de “Coracaotrsite”, del compositor brasileño Albero Nepomuceno-.
El programa comprendió el siguiente repertorio: las Siete Canciones Populares Españolas de Manuel de Falla (1876-1946), Canciones clásicas españolas, de Fernando Obradors (1897- 1945), Cinco canciones de niños, de Silvestre Revueltas (1899-1940), Las Nubes, de Carlos Guastavino (1912-2000) y una selección de canciones sudamericanas, compuesta por la Canción del árbol del olvido, de Alberto Ginastera (1916-1983); Coracaotriste, de Alberto Nepomuceno (1864-1920) y Gitana, de Luis A. Calvo (1882-1945).
“El señor de los 100.000 voltios” –tal como se lo conoce en el ámbito del Festival de Salzburgo, desde la época en que formó aquella pareja operística celebérrima y memorable junto a Anna Netrebko- no perdió la oportunidad de demostrar su mágica simpatía y su extraordinario sentido del humor. Hasta tal punto, que previamente al cierre del recital, tampoco perdió la oportunidad de narrar cómo fue su primer encuentro con Daniel Barenboim en Berlín hace 20 años atrás. Mientras estaba cantando LA TRAVIATA en Salzburgo, Barenboim lo llamó para que se trasladara urgentemente hacia Berlín, ya que no sólo quería conocerlo personalmente, sino además, tomarle una prueba para dirigirlo en la Staatsoper a su cargo. Cuando se presentó, el Maestro le preguntó por sus bigotes –cosa que no tenía en ese momento- y le dijo: “¿Cómo cuáles? Los de Cantinflas, ya que tú eres mexicano, no?...” Tras la graciosa anécdota que despertó las risas del auditorio, Villazón confesó que su amor por la Argentina viene desde su infancia, donde leía a Borges y Cortázar, y agradeció profundamente a Daniel Barenboim el hecho de haberlo invitado a formar parte del Festival. A su vez, el gran pianista y director tampoco perdió la oportunidad de hacer una broma, aduciendo el nivel adquirido del idioma porteño por parte del tenor mexicano. “Sólo lleva aquí dos días…¡y ya se aporteñó, che!”, lo que provocó numerosas risas y aplausos por parte del público, festejando la chanza.
Las Siete Canciones Populares Españolas de Manuel de Falla fueron interpretadas por infinidad de cantantes en todos los registros. Originalmente fueron escritas para piano y voz en 1914 y provienen de diferentes regiones de España. Todas son referidas al amor; ya sea en forma de cortejo o de la importancia de la virginidad para una joven (El paño moruno, que es la primera del ciclo), mientras que la última (Polo) representa el deseo salvaje de venganza por parte de un amante yNana es una canción de cuna que versa sobre el fruto del amor. Daniel Barenboim supo acompañar perfectamente con su maestría habitual los diversos ritmos de las diferentes regiones de España (Jota, Flamenco, Seguidilla, Murciana), al mismo tiempo que se pudo apreciar a un Rolando Villazón vibrante, pero con la voz más aplomada y abaritonada, con una coloratura más grave –aunque dentro del registro de tenor- y una interpretación versátil, de excelencia vocal. Lo mismo sucedió con las Canciones Clásicas Españolas de Fernando Obradors, donde Villazón las cantó con voz propia, lejos de ser aquel tenor de voz caudalosa y estridente que imitaba a más no poder a Plácido Domingo. La obra de este compositor catalán es la más conocida, basada en poemas clásicos españoles recopilados y musicalizados entre 1921 y 1941. Naturalmente, la versatilidad del mexicano y el excelente acompañamiento de Barenboim hicieron posible una excelsa interpretación, tras lo cual, ambos se retiraron ovacionados.
La segunda parte del concierto se inició con las Cinco canciones para niños de Silvestre Revueltas, que fueron compuestas entre 1938 y 1939. A diferencia de obras para gran orquesta como Sensemayá, aquí se muestra un estilo de composición más cromático, con algunas leves disonancias características de la música de este gran compositor mexicano. Y, como no podía ser de otra manera, Villazón cantó con el corazón la música de su tierra natal. Esto fue más intenso en “El lagarto” y “Canción tonta”, sobre versos de poetas de la talla de Amado Nervo y Nicolás Guillén, donde el público estalló en aplausos. Acto seguido, la dupla Barenboim- Villazón interpretó Las Nubes de Carlos Guastavino, con textos del poeta Luis Cernuda (1902-1963), que se encontraba exiliado como consecuencia de la Guerra Civil española. Ambos se conocieron en Londres en 1945 durante una de las giras del compositor, quien en 1947 musicalizó tres poemas: Jardín antiguo, Deseo y Alegría de la soledad. La versión ofrecida fue exquisita, haciendo hincapié en las semicadencias –en Si bemol menor, con un descenso en la melodía de conjuntos de escala menor-, con un muy buen desempeño vocal del tenor. Lo mismo sucedió con la celebérrima Canción al árbol del olvido de Ginastera, que forma parte del repertorio habitual de Barenboim como pianista, donde la voz de Villazón se mostró cálida, haciendo énfasis en la pronunciación con acento argentino. Corazao triste es una canción que hace alusión a su título y forma parte del repertorio menos conocido de Alberto Nepomuceno (compositor brasileño nacido en Fortaleza y formado en París con Saint- Saëns y VincentD’Indy, y quien también fuera maestro de Heitor Villa- Lobos). Pero el final fue realmente digno de un artista como Villazón, quien demostró todo su caudal vocal y todo su potencial al interpretar la difícil Gitana del colombiano Luis Antonio Calvo. Hacia el final del recital, y tras haberse ganado el cariño del público, la Sala Sinfónica estalló en aplausos y vítores. Y se ofrecieron tres bises: La Rosa y el Sauce de Carlos Guastavino, el bolero Muñequita linda de María Graiver y el tango Mamo a Mano, de Gardel, Razzano y Celedonio Flores. Si bien en este último tema Villazón trastabilló con la letra, tuvo la oportunidad de demostrar su “porteño” frente al público, que fue muy bien celebrado.
A la salida del concierto, las aguas estaban divididas entre aquellos que opinaban que su voz no era para cantar un repertorio de cámara, sino de ópera, mientras que otros –entre los cuales, quien escribe se incluye- que opinaron que había encontrado su real voz y su tonalidad. Afortunadamente, se lo pudo apreciar en un repertorio poco habitual y de autores prácticamente desconocidos para la inmensa mayoría del público, y con voz propia. La auténtica voz de este gran artista mexicano, que concretó su sueño de cantar en la Argentina. Ojalá que la próxima vez sea con una ópera en el Colón.