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Repertorio infrecuente en el Palacio de Correos (CCK)

 

UNA SESIÓN DE MÚSICA CLÁSICA ARGENTINA

 

Palacio de Correos (CCK)

Miércoles 23 de Octubre de 2019

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

Paz: Obertura, opus 19;

Castro: Suite de “La otra voz”;

Loudet: Pequeñas variaciones sobre un batuque;

Blamey Lafone: Pastoral de Acis y Galatea y Chacarera de “Escenas catamarqueñas”;

Gaito: Cuatro “Danzas americanas”.

Gabriel Said, percusión y Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto (Lucio Bruno Videla). 

 

Por un lado es absolutamente encomiable la labor que viene realizando Lucio Bruno Videla en orden a la difusión de la música de nuestro país, redescubrimiento, estudio, reconstrucción y clasificación de tantas páginas olvidadas. Por otro, debemos señalar también que como diría un veterano colega, no son oro de ley todas las obras que se escucharon el miércoles en la Ballena Azul, en el concierto que bajo su dirección ofreció la Orquesta Nacional de Música Argentina.

 

José María Castro

La Obertura, de Juan Carlos Paz (1897-1972), conspicuo miembro del Grupo Renovación, que se ejecutó al comienzo, no pasa, en efecto, de ser un mero ejercicio juvenil, carente de mayor “gancho”; los números reconstituidos de “La otra voz”, monodrama lírico de José María Castro (1892-1964), basado en “La voix humaine”, de Jean Cocteau, mostraron en cambio inspiración y bellos diseños melódicos. Presentada en el Colón en 1954, con la conducción de su autor, esta composición con texto de Jorge de Obieta exhibió colorido e insinuantes climas no exentos obviamente de tensión dramática.

 

A continuación, las “Pequeñas variaciones sobre un batuque”, estreno del compositor Pablo Loudet (1969; también de Avellaneda), parecieron antes que otra cosa un trabajo destinado al lucimiento del solista, con prescindencia de cualquier otro factor. El percusionista Gabriel Said, con atuendo llamativamente “sportivo” (el maestro estaba de frac), manejando unos cuencos sonoros, cajas de madera, algo así como una tabla de lavar y otras herramientas se dedicó en su transcurso con esmero a largas improvisaciones, desde ya intrascendentes.

 

Blamey Lafone

Digamos a esta altura que la Orquesta Filiberto sorprendió gratamente desde su costado por el cuidado y transparencia del sonido, la calidad general de sus familias, y su impecable ajuste. En cuanto al conductor, cabe apuntar que el maestro Bruno Videla se manejó en todo momento con gesto seguro, delicadamente sutil o convincentemente enérgico cuando hizo falta, ello además de lograr un diáfano equilibrio de planos a lo largo de toda la velada.

 

La segunda sección estuvo inicialmente dedicada a un músico valioso, de quien poco (o nada) se sabe en estos días. Nacido en Cornwall (Inglaterra), la familia de Ricardo Q. Blamey Lafone (1880-1946), primo de Samuel Lafone Quevedo, se radicó en Catamarca cuando él contaba cinco años. Absolutamente acriollado a partir de entonces, fue Secretario Letrado de la Corte Suprema de Justicia, diplomático de exquisita simpatía, y paralelamente escribió piezas musicales de relieve, que se ejecutaron en Europa y en el Colón en la década de 1930 dirigidas por Albert Wolff y Erich Kleiber.

 

Discípulo de Drangosch y de Gaito, la Pastoral de Acis y Galatea, del ballet “La mascarada del amor”, vertida igualmente en primera audición local, se oyó bonita, de agradables matices, al tiempo que la Chacarera de las “Escenas catamarqueñas” (la obra completa llegó a darse en Viena y en Salzburgo con Bernhard Paumgartner en el podio) lució líneas animadas, de cálido cromatismo y una métrica de perfiles casi polirrítmicos.

 

En el final, cuatro de las excelentes “Danzas Americanas”, de Constantino Gaito (1878-1945) revelaron acentos telúricos, lenguaje cadencioso, inflexiones e instrumentación ricamente elaboradas. Tomadas de fragmentos diversos de las óperas “Lázaro”, “Ollantay” y “La sangre de las guitarras” (que se representó muchas veces en el Colón) y el ballet “La flor del irupé”, se trata de una magnífica creación sinfónica, intensamente expresiva, bien nacionalista, plena de galanura y esbeltez, que merece ser incluida desde ya en nuestros programas de concierto.

 

Calificación: bueno

 

Carlos Ernesto Ure