Excelente reposición de “ARMIDA” en el Teatro 25 de Mayo
LA QUINTAESENCIA DEL BARROCO FRANCÉS
Teatro Colón
Martes 12 de noviembre de 2019
Escribe: Martha Cora Eliseht
Dentro de la Temporada 2019, el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón (ISATC) ha realizado una serie de proyectos académicos tales como presentaciones escénicas (“LA FINTA GIARDINERA” y “FORMAS IN PULVERE”), conciertos a cargo de la Orquesta Académica del Teatro Colón (sala principal, Salón Dorado y Auditorium de Belgrano) y ópera de cámara. En este caso, el pasado martes 12 del corriente se representó “ARMIDA” de Jean Baptiste Lully (1632-1687) en cooperación con el Centro de Música Barroca de Versailles y que además contó con el apoyo del Instituto Francés y la Embajada de Francia en la Argentina.
El elenco estuvo formado por los siguientes intérpretes: Johanna Padula (Armida), Norberto Miranda (Rénaud), Pamela Rosenstock (Phénice), Ana Sampedro (Sidonie), Augusto Nureña Santi (Hidraot), Jesús Viltamizar (Aronte/ Ubalde), Norberto Marcos (La Haine, el Odio) y Naoki Higasiyosihama (Artemidore/ El Caballero Danés). Participaron alumnos de danza del ISATC y el Coro de dicha institución, dirigido por Marcelo Ayub. El francés Benjamin Chénier estuvo a cargo de la dirección orquestal del Ensamble Barroco –integrado por alumnos de especialización en ópera barroca de la misma institución, con la presencia de maestros franceses invitados-, mientras que la dirección escénica y la coreografía estuvieron a cargo de Deda Cristina Colonna; la escenografía y la dirección de arte, de Diego Siliano y la supervisión de vestuario e iluminación, por Francesco Vitali.
La mencionada ópera (tragedie lyrique) consta de un prólogo y cinco actos y se basa sobre el poema Jerusalén liberada de Torquato Tasso, donde la sacerdotisa sarracena se debate entre su deber y la pasión que siente por el caballero Rénaud. Fue estrenada en París en 1686 y se caracteriza por ser una de las primeras obras donde hay un continuum musical; es decir, donde prácticamente no hay diferencias entre las arias y los recitativos característicos de la ópera barroca. Por ende, se logra una expresividad que atrapa y atrae al espectador desde su inicio, en contraposición con el virtuosismo local de la ópera italiana. Además, se representa muy pocas veces en la actualidad –según datos de Operabase, sólo 2 veces entre 2005-2010-, de modo que tan sólo el hecho de encarar entre proyecto en conjunto ya de por sí es un mérito. Si a eso se le suma un vestuario de época soberbio, la excelente preparación de las voces principales y del coro –que cantó fuera de escena, a la usanza de época- y el hecho de que los bailarines no bailaran en puntas de pie e interpretaran danzas típicas de ese entonces (bourrelle, sarabande, rondó), el resultado ha sido una versión excelsa, de exquisito buen gusto y un placer para todos los sentidos. La soberbia y magistral dirección de Benjamin Chénier a cargo del Ensemble Barroco con instrumentos originales de época (déssus, hautres- contre, taille, quinte, flautas dulces, fagot, continuo y continuo de gamba, que fueron diseñados específicamente para esta ocasión) fue un total y absoluto placer para los oídos del público y de los periodistas especializados. A pesar de no ser una experta en el tema, quien escribe aprendió a descubrir la belleza de la música barroca tocada con instrumentos de época y sus infinitos matices, ideales para el acompañamiento de las voces. La estupenda escenografía de Diego Siliano y Deda Cristina Colonna fueron el marco ideal para la presente representación, con un perfecto uso del video para ambientar el palacio deArmida, la playa y la escena del monólogo final de la protagonista, donde el palacio arde en llamas, mientras Armida es transportada al cielo luego de haber sido abandonada por Rénaud (“Le perfide Rénaud me fuit”). En la versión original, la protagonista es transportada al cielo en un carro, pero en la presente, ese efecto se logra oscureciendo el escenario, colocando un velo que cae por delante de la misma y tras el mismo, la protagonista resplandece mediante un sutil efecto de iluminación. Estuvo muy bien logrado y con recursos sencillos –maniquíes tras los cuales, los bailarines se escondían y se desplazaban-. También estuvo muy acertada la aparición fuera de escena de los invasores (Rénaud, Ubalde, el Caballero Danés y Artemidore) tratando de conquistar el castillo de Armida. En esta versión, se suprimió el prólogo y los personajes que intervienen en el mismo (la Gloria y la Sabiduría) y se lo reemplazó por un interludio orquestal.
Los roles principales y los personajes secundarios estuvieron perfectamente bien preparados, tanto desde el punto de vista local como actoral. Merece especial mención la protagonista –Johanna Padula, quien ofreció una Armida memorable-, quien en determinado momento canta acostada el aria final (“Le perfideRénaud me fuit”/ El pérfido Rénaud me ha abandonado), al igual que en el recitativo del 2° Acto, donde se encuentra de rodillas a punto de matar a Rénaud (“En fin, ilestdansmapuissance”/ Al fin lo tengo en mi poder). El bajo Augusto Nureña Santi (Hidraot, tío de Armida) caló hondo y tuvo un ligero traspié en las notas más graves en el aria del 2° Acto, pero que fue rápidamente subsanado. Norberto Marcos encaró estupendamente bien al Odio (La Haine) y fue sumamente aplaudido al final, al igual que Norberto Miranda –quien tuvo a su cargo el difícil rol del protagonista masculino (Rénaud)- y el joven Naoki Higasiyosihama, quien es un estupendo contratenor a ser tenido en cuenta para futuros roles. Por su parte, Pamela Rosenstock y Ana Sampedro también ejercieron una muy buena labor como Phénice y Sidonie, respectivamente.
Si bien es una ópera de cámara, hubiera sido sublime que la presente producción hubiera tenido lugar sobre el escenario mayor del Colón; no sólo por la alta calidad de la misma, sino también por la jerarquía de los intérpretes. Las autoridades del Teatro deberán tener en cuenta este tipo de producciones para el futuro, a fines de mejorar una Temporada Lírica magra en títulos y rica en versiones de dudosa calidad interpretativa.