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Concierto en Santa María de la Armonía

 

Estancia Santa María de la Armonía

Cobo, Mar del Plata

Domingo 9 de febrero de 2020

 

Escribe: Eduardo Balestena
 


Director: Maestro Jordi Mora
Solistas e intérpretes: Dulce Montenegro (flauta); Sofía Carmona, Marcos Paz, Evelyn Carmona (violines), Felipe Garese (cello); Gilda Lerithier (oboe); Hugo Fernández (guitarra), Marcela Crusat (piano); Martín Shuster (piano); Carolina Cho (piano); Eric Hasenclever (violín) Paula Gelpi (piano); Candela Santamarina (cello); Pamela Gallardo (clarinete), José Eizayaga (piano); Lucas Brass (cello); Bruno Amalfitano, piano.


 

El concierto de cierre de la vigésima novena edición del Campus Musical de Santa María de La Armonía estuvo integrado por la interpretación, en algunos casos de fragmentos y en otros de opus completos, de las obras cuyo estudio, preparación y análisis fueron materia de las distintas clases que tuvieron lugar durante el desarrollo de la actividad.


El programa comenzó con el Minuet de la Suite en si menor, BWV 1067  de Johann Sebastian Bach (1685-1750), para seguir con el Minuet y Rondó del Cuarteto para cuerdas nro. 1, K. 80, de Wolfgang Amadeus Mozart (1756.1791), por alumnos del proyecto Creciendo en Armonía.


Le siguieron las Pan, Faetón y Niobe, de las Seis metamorfosis según Ovidio, opus 49 para oboe, de Benjamin Britten (1913-1976), rápidas, de gran dificultad técnica y sin tregua para el intérprete, Gilda Lerithier mostró en ella su dominio del instrumento. Con notas casi siempre en stacatto,  breves pasajes dulces y resonancias de sonidos antiguos, requiere un gran control del flujo de aire y de la digitación en el instrumento.


Creación de Mundos, de H. Fernández (1961), por el autor en guitarra y Marcela Crusat en piano fue la siguiente obra: la guitarra establece una suerte de continuum rítmico sobre cuya base el piano desarrolla una fluida línea, como si llevara a cabo una improvisación. El esquema varía luego en el tempo y el carácter de la línea del piano. El discurso rápido, sin estridencias ni efectos, con un sonido suave, demanda una amalgama absoluta entre los intérpretes. Una muy bella obra.


La Suite Francesa nro. 2, en do menor, para piano, de Johann Sebastian Bach (1685-1750) fue interpretada por Martín Shuster. Los distintos ritmos de danza significan cambios en los acentos y la atención puesta en la nota que resuelve cada pasaje, a fin de establecer una línea de fraseo que no sea plana sino que se encamine hacia esa resolución. El fraseo y el tempo en las obras de Bach son algo sutil y complejo a la vez. Martín Shuster exhibió una línea absolutamente limpia y fluida y una clara musicalidad.


Carolina Cho abordó el primer movimiento de la Sonata nro. 2, en do menor (Claro de Luna), opus 27 de Ludwig Van Beethoven (1770-1827). En un comienzo de sonata como la número 2, tan conocida, pareciera muy difícil poder escuchar un enfoque nuevo. Sin embargo, la versión obtenida por Carolina Cho se destacó por la sutil musicalidad, la delicadeza del volumen y la fluidez de la línea. Como aspecto interpretativo cabe señalar que según sea el fraseo la obra adquiere o no, una connotación de melancolía. Tal fue el criterio de la intérprete.


El movimiento Allegro non troppo, del Concierto para Violín y Orquesta, en re mayor, opus 61, de Ludwig Van Beethoven (1770-1827) fue interpretado por Paula Gelpi en piano y Eric Hasenclever en violín. La larga introducción orquestal plantea el núcleo del material temático. Abordada en el piano resulta “poco pianística”, no obstante, es este fraseo inicial el que constituye la entrada a la obra. Requiere, además del claro esquema rítmico que abre el movimiento, ciertos ritardando en notas del comienzo de la frase y la sensación de “caída" hacia el resto de la frase (en la versión orquestal son los oboes quienes por primera vez exponen esta línea). La intervención del instrumento solista está dada por una variación, libre, cambiante, expansiva, del material. Del mismo modo que el segundo tema del primer movimiento de la Sinfonía Eroica, el tema inicial vuelve, de manera recurrente, tanto en el instrumento solista como en el piano, en una suerte de “regreso a casa”, dado por el “alejamiento” del desarrollo de las variaciones, donde todo se transmuta pero sigue siendo reconocible. Evoca en mucho a la Chacona de la Partita nro. 2 para violín de Bach. Renglón aparte merece la cadencia final donde hay un contrapunto entre el tema inicial y su respuesta (las resonancias de la Chacona siguen estando allí). Eric Hasenclever –ya fue posible apreciarlo el año pasado con su interpretación de la Chacona mencionada-  tiene un sonido refinado y potente al mismo tiempo y se siente muy cómodo en los pasajes de bravura. Paula Gelpi tiene un sentido de la frase, en sí misma y en relación al resto de la obra y una gran fluidez en el discurso pianístico.


La segunda parte se inició con la interpretación de Candela Santamarina de la Sarabande de la Suite nro. 3 para cello de Johann Sebastian Bach (1685-1750). Pasajes lentos y amplios, con notas dobles y un sonido dulce y profundo.


El primer movimiento del Concierto para Violín en la menor, BWV 1041 de Johann Sebastian Bach (1685-1750) fue abordado por Sofía Carmona como solista, junto con un ensamble de cuerdas. Exhibió su dominio del instrumento en la línea solista que comienza con una bella frase enfática que establece el material temático de todo el movimiento.


La Sonata para Clarinete y Piano, FP 184 de Francis Poulenc (1899-1963) fue abordada por Pamela Gallardo en clarinete y José Eizayaga en piano. De pasajes muy rápidos y cerrados entre ambos instrumentos, con prácticamente –sacando la Romanza- una renuncia a la melodía, explota la amplia dinámica del clarinete con pasajes de gran dificultad: del registro más agudo baja al más grave y casi todos los pasajes con muy rápidos. No es fácil establecer los momentos en que un material se resuelve y conduce a otro, ya que no hay casi melodía. No obstante, se trata de una cuestión que el intérprete debe tener muy presente para establecer las frases y en la relación con el otro instrumento. En la Romanza, único momento de relajación, Pamela Gallardo mostró la belleza de los motivos en una obra, en sí misma, rápida y tensional y con ello muy demandante para los intérpretes.


Lucas Brass en cello y Paula Gelpi en piano interpretaron la Sonata para cello y piano de Dmitri Shostakovich (1906-1975). La intensidad de los pasajes, su permanente cambio, en dinámica y rapidez hacen de esta sonata una obra de grandes requerimientos para los intérpretes. Su estructura implica una relación muy cerrada y estrecha entre ambos instrumentos, ya que el desarrollo del material temático pasa de uno a otro.  Volumen y fuerza son los elementos que más impresionan de ella y aparecen planteados en los distintos momentos de su desarrollo.


Bruno Amalfitano interpretó el Primer Cuaderno de la Música Callada, de Federico Monpou (1893-1987). Su música, sutil, delicada e intimista, se alinea con la de Faure, Satie y Debussy. Cada pieza es breve y utiliza elementos en sí sencillos: motivos delicados y dulces y un esquema armónico propio en el cual la línea de bajo, más que ser un acompañamiento establece un centro tonal y un clima. Cambios mus sutiles producen en el oyente una suerte de interrogante y cada pieza termina con un acorde prolongado con pedal: la música simplemente va extinguiéndose. Bruno Amalfitano pudo expresar muy bien en su interpretación la evanescencia del mundo musical de Monpou, que nos deja una sensación de dulzura y melancolía.


El Trío en mi bemol mayor, opus 100, de Franz Schubert (1791-1828), interpretado por Laura Gelpi (piano), Eric Hasenclever (violín) y Lucas Brass (cello) fue la última obra del programa.


Escuchada en vivo, a corta distancia de los intérpretes es dable apreciar dificultades inadvertidas en las grabaciones: La dinámica siempre cambiante –que obliga a una amalgama absoluta entre los instrumentistas- y la belleza de cada uno de los motivos musicales, ya sea de los principales o de los puentes en los diversos episodios. Lo que en las grabaciones parece secundario –el esquema rítmico- se advierte con claridad como un marco de la obra establecido muy brevemente por el piano pero que constituye una referencia para los otros instrumentos hasta el advenimiento del segundo tema. Es una obra de singular belleza pero no suave sino intensa y demanda un sonido tan refinado como potente en volumen que, como oyentes, nos atraviesa. Cuando hay momentos de relajación, como en el primer movimiento, surge un crescendo que nos devuelve a la intensidad: la imaginación schubertiana es tan extraordinariamente rica como inagotable.


El lenguaje de Schubert –como sucede en la Sinfonía La Grande- tiene que ver con la repetición –lo cual en este trío sucede particularmente en Andante con moto- (el leimotive de la Condesa Lyndon en la película Barry Lyndon, de Stanley Kubrick- pero la repetición es sí sutilmente cambiante. El tema central es introducido por una bellísima frase del cello.


Es dable destacar que  intérpretes como Laura Gelpi y Eric Hasenclever y Lucas Bras abordaron obras tan diferentes como el primer movimiento del Concierto para Violín de Beethoven (los dos primeros), la sonata de Shostakovich (la segunda intérprete mencionada y Lucas Brass) y el trío de Schubert (todos ellos). Tres texturas muy diferentes abordadas en un lapso bastante breve. Ello, y el modo en que lo hicieron, lleva a pensar que ya no cabe hablar de alumnos sino –por sus capacidades y aptitudes- de profesionales de la música.

 

Fue un extenso concierto de más de tres horas y media que permitió apreciar el talento de distintos intérpretes y acceder a obras lamentablemente poco frecuentes en el repertorio.  

Eduardo Balestena

 

 

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