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El Colón inició su temporada de música clásica

 

PASOS PRECARIOS DE LA ORQUESTA ESTABLE

Teatro Colón

Sábado 10 de abril de 2021

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

 

Mozart: Sinfonía N° 40, en sol menor, K 550;

Beethoven: Sinfonía N” 3, en mi bemol, opus 55, “Heroica”.

 

Orquesta Estable del Teatro Colón (Alejo Pérez). 

 

Sin soslayar la serie de homenaje a Piazzolla que tuvo lugar en Marzo, bien puede decirse que el Colón inauguró el sábado su programación oficial de ópera, conciertos y ballet. Ello en medio de las circunstancias excepcionales por las que está atravesando el mundo, lo que torna meritorio que sus autoridades hayan podido programar una “stagione” completa, lírica y sinfónica, de danza y recitales, desde ahora hasta fin de año. Sin embargo cabe apuntar que la sesión que nos ocupa, aparte del esfuerzo que significó su realización, ofreció versiones realmente pobres de dos sinfonías súper conocidas, pertenecientes nada menos que a Mozart y Beethoven.

 

Todas las precauciones

Abriendo un ciclo de siete conciertos, y bajo la conducción de Alejo Pérez, se presentó en la ocasión la Orquesta Estable, por supuesto que en un marco inusual. En primer lugar, el tinglado se redujo en forma, ubicándose a las cuerdas sobre el foso, al tiempo que los aerófonos y timbales fueron colocados en el proscenio, detrás de mamparas transparentes. Obviamente sin campana acústica, el espacio fue estrechado al máximo con un bello telón de fondo, imitando al principal.

 

Además de todo esto, la sala estuvo si se quiere despoblada (sólo se permitió su ocupación en el treinta por ciento de su capacidad); se hizo llenar al periodismo una declaración jurada acerca de su estado de salud; se tomó la temperatura de los asistentes y se los roció con alcohol en el ingreso. En la platea sólo se permitió la contigüidad de dos personas, con distanciamiento de cuatro o cinco lugares que se dejaron vacíos. Por otro lado, y a fin de evitar la manipulación de papel con sus eventuales posibilidades de contagio, tanto las entradas como el programa de mano se editaron en formato QR. Todo el personal del coliseo, artístico, administrativo, técnico, fue rigurosamente testeado de manera previa (entendemos que se lo hace una vez por semana), y el recinto fue dotado de un sistema de inyección y extracción de aire de andamiento continuo. Tanto para instrumentistas (menos los vientos) como para la totalidad del personal y del público, el tapabocas resultó de uso obligatorio.

 

Entregas desabridas

Yendo ahora al plano musical digamos que ya desde el comienzo de la velada se pudo advertir una de sus grandes debilidades. Esto es, que el emplazamiento de bronces y maderas en una suerte de segundo plano, con proyección sonora directa hacia lo alto, produjo una distorsión notoria en el empaste grupal, con afectación permanente de la articulación y desdibujamiento del perfil colorístico colectivo.

 

A ello cabe añadir una suerte de discurso por completo superficial, más bien de mero compromiso por parte de Pérez, maestro argentino de buena actuación en Europa, quien encaró la K 550, que ha sido considerada la más célebre y perfecta, la más exquisita de las cuarenta y un sinfonías de Mozart con ostensible falta de vigor, de convicción y de gracia.

 

Sin intervalo, a fin de evitar la circulación de público, le tocó luego el turno a la “Heroica”, aquella con la que Beethoven rompió el molde elegante de sus dos sinfonías anteriores para lanzarse por un nuevo camino creativo.

 

Al margen de desplegar esta esplendorosa obra para un conjunto grande con una formación reducida (primer error de nuestro compatriota, impuesto tal vez por las circunstancias), lo cierto es que el lenguaje orquestal, confuso por momentos, digamos que sucumbió como consecuencia del debate vientos-cuerdas (que el director no supo ordenar adecuadamente) y desde ya, por la falta del orgánico necesario (hubo sólo dos contrabajos, incluso en la Marcha Fúnebre). En conclusión: que esta composición cardinal del repertorio sinfónico, que no es para nada ni camarística ni semicamarística pasó esta vez sin pena ni gloria por el encumbrado perímetro del Colón.

 

 

Calificación: regular

 

Carlos Ernesto Ure