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Admirable recital de un pianista de leyenda

 

RALPH VOTAPEK EN EL COLÓN

 

Salón Dorado del Teatro Colón

Sábado 21 de mayo

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 


 

Debussy: “Estampes” y “Masques”

Ravel: “Valses nobles et sentimentales”

Falla: Cuatro piezas españolas

Prokofiev: Sonata N° 3, en la menor, opus 28.



La vinculación del pianista de Milwaukee con nuestro país ha sido inusualmente prolongada y desde ya bien fructífera. Su primera presentación, que incluyó una actuación en el Colón, tuvo lugar en 1966, y a partir de allí y a lo largo de una carrera exitosa, jalonada por conciertos en el Carnegie Hall y el Lincoln Center, entre tantos otros, sus visitas a Buenos Aires y otras ciudades argentinas y del resto del continente se sucedieron casi podría decirse que con grata periodicidad.

 

Alta edad

Ahora, a los ochenta y tres años, en su vigésimo sexto regreso al medio local, y en la que sería su gira de despedida, Ralph Votapek volvió a presentarse el sábado en el Colón brindando un recital que sorprendió por la firmeza y seguridad de su toque, la elaboración y elocuencia de las texturas, la transparencia de los acordes.

Seguida por un público fervoroso, que incluyó personas de pie, la velada se desarrolló en el bellísimo Salón Dorado y comenzó con “Estampes” y “Masques”, una más liviana, la otra de mayor densidad. Sin perjuicio de algunas pulsaciones un tanto vibrantes al comienzo, la traducción del discurso impresionista por excelencia de Debussy se distinguió por sus bellas trasformaciones cromáticas, todo en el marco de  fluctuaciones tonales y una poética de evocativa vaguedad.

 

Luego y siempre dentro de la creación francesa, los “Valses nobles et sentimentales” (1911), de Ravel, con sus roces disonantes, fueron objeto de una versión de elevado vuelo y esbelto color. La interpretación resultó además fina o vigorosa en el fraseo, según la tónica de cada número, y alcanzó impecable dinámica en los trozos valseados, ello con toque naturalmente fluido y un admirable manejo de las gradaciones.

 

Falla y Prokofiev

Siempre de memoria, y dos días después de brindar un recital en Córdoba, el programa de Votapek prosiguió con las “Cuatro piezas españolas”, de Falla, primera y terminante afirmación del nacionalismo de su autor, despojado de las formas tradicionales. Figuraciones esmaltadas en la “Aragonesa”, especialmente con la mano derecha, deslizamientos suaves en la “Cubana”, así como también un enfoque nostálgico en la “Montañesa” y como era de esperarse, tensión, tornasol y una rítmica bien marcada en la “Andaluza” fueron claves de una edición caracterizada por su entramado persuasivo, su notable discurso armónico y su subyacente pasión.

 

Tenida por una de las obras más difíciles que Prokofiev escribió para el piano, el músico estadounidense acometió su Tercera Sonata (1917) con la más absoluta decisión. Enérgico en los pasajes turbulentos, los “martellati” y vertiginosas escalas, esta pieza de expresión tan fuerte encierra también pasajes líricos (que nada tienen que ver con el lirismo expresionista posterior del músico ruso): todo esto fue abarcado por nuestro visitante al comando de un teclado sensible o avasallante cuando hizo falta. Con uno de los ocho Nocturnos de Francis Poulenc, que ejecutó como bis, la jornada culminó con un sello grácil, amablemente dibujado.

 

Dos observaciones para las autoridades del coliseo de la calle Libertad. No hubo programa de mano y nadie anunció las obras. Esto es: que aquel que fue  desprevenido debió atenerse a las consecuencias. Pero además de ello, la acústica de la sala no favoreció por cierto al artista de Wisconsin: las voces altas del Steinway se oyeron con un dejo metálico, y las graves con excesiva resonancia.

 

Calificación: muy bueno 

 

Carlos Ernesto Ure