Fauré Quartett: maestría y genuina excelencia
Teatro Colón
Lunes 13 de junio de 2022
Escribe: Alejandro A. Domínguez Benavídes
Foto: Liliana Morsia para Mozarteum Argentino
Fauré Quartett.
- Erika Geldsetzer (violín)
- Sascha Frömbling (viola)
- Konstantin Heidrich (violonchelo)
- Dirk Mommertz (piano)
Programa:
MAHLER: Movimiento de Cuarteto para piano y cuerdas
FAURÉ: Cuarteto con piano N°1 en Do menor Op. 15
BRAHMS: Cuarteto con piano N°1 en Sol menor Op. 25 de Johannes Brahms
Presentó: Mozarteum Argentino.
Calificación: Excelente
La Historia de la Música adjudica a Mozart la creación del cuarteto con piano, como género, tomando en consideración los escritos en 1785 en Sol menor K. 478 y en Mi bemol mayor K.493 inspirados tal vez en el Cuarteto en Sol mayor de Johann Christian Bach concebido para violín, dos violonchelos e instrumentos de teclado (clave o fortepiano) publicado en 1783, un año después de su muerte. A partir de estos ilustres predecesores, la música de cámara se enriqueció con el surgimiento de nuevos talentos que marcaron un largo sendero de creatividad artística y alcanzaron su plenitud a mediados del siglo XIX.
El programa que ofreció el Fauré Quartett, en el segundo concierto del Mozarteum Argentino, en el Teatro Colón, fue una magnífica evidencia que lo atestigua. Las obras de Mahler, Fauré y Brahms junto con sus ejecutantes protagonizaron un espectáculo de maestría y genuina excelencia a los que nos tiene acostumbrados desde hace setenta años la institución organizadora.
Comenzar con la obra adolescente de Mahler fue un destacado desafío. Su Movimiento de Cuarteto para piano y cuerdas en la menor, que dicho sea de paso fue utilizado por Martin Martin Scorsese en su filme Shutter island (La Isla Siniestra), es solo un movimiento, que otras agrupaciones lo programan como una bisagra entre obras de mayor envergadura.
Los miembros del Cuarteto Fauré le dieron el lugar que le corresponde. Mahler tomó un tema de solo tres notas y a partir de allí creó unos divertimentos melódicos complejos y profundos que presagian el talento del autor por entonces un estudiante de conservatorio que contaba solamente con dieciséis años. Pudimos apreciar ya en esta primera obra la coordinación y el entendimiento que existe entre los miembros del cuarteto, que transmitieron con solvencia las ideas musicales novedosas del autor expresadas en un estilo denso, armónicamente rico y contrapuntístico.
El Cuarteto para piano y cuerdas n° 1, Op.25 es una de las obras más conocidas de Fauré, el ensamble que lo honra con su nombre, un segundo desafío y salió airoso, pese a los aplausos fuera de lugar de una vasta porción del público, que rompen el climax, perjudican la unidad de la obra y desconcentran.
El pianista Dirk Mommertz supo dotar de poesía al tema con el que comienza la obra, donde el lirismo y la armonía de Fauré estuvieron presentes y los músicos encargados de las cuerdas aportaron de manera impecable el gesto dramático, logrando combinaciones continuas y variadas. El scherzo interpretado con gracia y ligereza, prodigó momentos de seducción sobre todo el trío central. El adagio al principio doloroso donde, según los biógrafos de Fauré está inspirados en un fracaso sentimental, configura un tema reiterativo que concluye en un segundo tema más enternecedor. El final juvenil e impetuoso fue muy logrado y el piano, como al principio, cobrará protagonismo a partir del tema principal que Mommertz interpretó con discreta maestría junto al cuarteto fundido como en un solo instrumento, logrando un final impecable.
Para le despedida eligieron el Cuarteto para piano No. 1, Op. 25 de Johannes Brahms. Una síntesis de clasicismo romántico En el primer movimiento el piano cobró una vez protagonismo el tema dominante sonó con un halo de misterio, acompañado por las interpretaciones de Konstantin Heidrich (en el tema en Re menor con el violonchelo solo) y el violín de Erica Geldsetzer junto a la viola Sascha Fröbling tuvieron un papel relevante, logrando momentos de indudable belleza que se repitieron en los movimientos siguientes sobre todo en el cuarto y final, el rondo alla zingarese donde el autor despliega rapidez, ritmo y tonalidad y que el Cuarteto Fauré supo ejecutar y transmitir con indudable virtuosismo y una mesurada alegría gitana.
La función concluyó con dos bises: "Fauré tango" de Eduardo Huber y la canción “Aprés un rêve” de Gabriel Fauré adaptada para cuarteto con piano de Dietrich Zöllner.