Concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional
Centro Cultural Kirchner
Viernes 15 de julio de 2022
Escribe: Eduardo Balestena
Orquesta Sinfónica Nacional
Director: Christian Baldini
Solistas: Mónica Ferracani, soprano; Juan Pablo Jofré Romairón, bandoneón; Gustavo Mulé, Violín.
La Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección del maestro Christian Baldini, abordó un programa íntegramente dedicado a música argentina, coetánea y contemporánea.
Estrenada en Sacramento, California y en primera audición en la Argentina, concebida para orquesta de cuerdas, Ángel apasionado, de Marta Lambertini -2006- fue la primera de las obras del programa.
Descansa sobre una idea muy claramente expuesta en el reportaje que Christian Baldini hiciera a la autora en la oportunidad de aquel estreno, la obra, inspirada en el Cuarteto nro. 17, K.458, la Caza, de Wolfgang Amadeus Mozart: por debajo de los elementos más perceptibles del cuarteto –“de su superficie amable” dice la compositora- hay, latente, una profundidad a explorar.
La estética de la que se vale está muy lejos del lenguaje mozartiano: largos fragmentos en pianísimo a lo largo de toda la cuerda, con una textura por momentos disonante, plantean un permanente clima de inquietud e indefinición: la música es lo que se escucha y lo que se sugiere en una atmósfera reflexiva y alusiva, en la cual la obra original aparece difuminada en un panorama sonoro muy diferente al de su texto musical.
Marta Lambertini (1937-2019) fue una reconocida compositora y docente, cuya extensa producción incluye música de cámara (como el cuarteto Quasares, óperas, como Alicia en el país de las maravillas y Oh eternidad, así como obras orquestales, como Galileo descubre las cuatro lunas de júpiter, fue Miembro de la Academia nacional de Bellas Artes.
Una creación y una escritura actual se nutren del potencial de un opus clásico, de las impresiones que genera y de la posibilidades de expresar a partir de ese opus algo que éste contenía y que, al mismo tiempo, iba más allá de él.
El Concierto nro. 1 para bandoneón, violín y orquesta, de Juan Pablo Jofré Romairón fue estrenado en esta oportunidad.
Por momentos evocador de concerto grosso barroco, por momentos afín a texturas vanguardistas –como el solo de violín que abre el tercer movimiento-, el concierto es una obra rica y elaborada, que da idea de una permanente improvisación a partir de motivos. No hay líneas melódicas extensas ni cerradas sino motivos que pasan de un instrumento a otro: al comienzo por ejemplo, el bandoneón hace una introducción y el violín toma parte de ese material pero lo expande, haciéndolo una suerte de entrada para el resto de la obra. Más que exposición o re exposición parece tratarse de episodios que se suceden, con comienzo, desarrollo y fin, luego del cual aparece una secuencia nueva: ésta es básicamente la forma, término que, en este contexto, se vuelve secundario: importa el material en sí mismo y no que pertenezca a determinada forma.
La relación con la orquesta también es múltiple: en algunos lugares ésta se imbrica con los instrumentos solistas en secciones de fuga y en otros subraya, crea climas. Es una obra muy precisa porque está dada –básicamente- en intervenciones rápidas, acentuadas, con el aporte de la percusión y las restantes secciones de la orquesta. Virtuosa en los instrumentos solistas lo es también en la textura orquestal.
Se plantea además la frontera entre los géneros que trae a la memoria la frase del maestro Washington Castro: “la música es simplemente buena o mala”, es decir, su cualidad y posibilidades no dependen de que pertenezcan a un género o a otro. Evocativo del tango, el concierto lo involucra en otros lenguajes.
En suma, muestra el potencial sonoro de un instrumento –el bandoneón- y su vinculación con texturas diferentes a las habituales para él, con el otro instrumento solista y la orquesta.
Juan Pablo Jofré Romairón es sanjuanino, estudió en la Universidad Nacional de San Juan con Adriana Fernández, armonía con Horacio Lavaise y análisis musical y canto con Rafael Fernández y Antonieta Chiappini. Comenzó a tocar el bandoneón en forma autodidacta y tomando clases con David Molina y de composición con Adrian Rusovich. Fue el comienzo de una extensa carrera internacional como compositor e intérprete.
Gustavo Mulé, nacido en Tucumán, es uno de los primeros violines de la Orquesta Sinfónica Nacional. Inició sus estudios en el Conservatorio Provincial de su ciudad natal para luego perfeccionarse con Szymsia Bajour, Fernando Hasaj y Daniel Robuschi entre otros. Ha llevado a cabo una extensa carrera como integrante de distintas orquestas y del Cuarteto Amigos.
En la oportunidad abordó una obra de gran exigencia técnica y expresiva para el instrumento.
La Sinfonía Don Rodrigo, opus 31ª, de Alberto Ginastera -que no era interpretada desde 1983- ocupó la segunda parte del concierto.
Este opus está pensado por el autor como una reelaboración de partes de su ópera Don Rodrigo, con libreto de Alejandro Casona.
Este postulado –el de concebir una suerte de sinfonía dramática- plantea desde el comienzo la función narrativa/connotativa de la música: los hechos están dados por la injuria sufrida por Florinda, hija Don Julián, gobernador de Ceuta, por parte de Don Rodrigo, rey de España y la venganza consiguiente.
El desarrollo consta de tres movimientos en cuyo curso, más que una descripción musical de los hechos, asistimos a una sucesión de climas vinculados a la línea de canto de la soprano que va refiriendo los sucesos y, más que nada, reflejando sus sentimientos. Más que una línea definida de canto se trata de una suerte de recitado que, en determinados momentos, se hace canto, lo que demanda de la intérprete ya inflexiones graves y desgarradas o una línea que renuncia a la melodía en favor de la intensidad y del sentido de la letra; ello en una emisión siempre potente y capaz de abrirse paso ante un nutrido dispositivo orquestal. Mónica Feccarani mostró, de este modo, la potencia y belleza de su voz.
Se trata así de una obra muy intensa, intensidad construida en gran parte por las disonancias, la percusión, los timbres orquestales y el volumen: casi siempre la sinfonía está articulada en un volumen fuerte, no hay prácticamente lugares que disipen su tensión, lo que hace que ésta sea acumulativa.
La amplitud en las baterías de percusión que requiere es un ejemplo de ello: timbales, tam tan, campanas y otros instrumentos percusivos. No hay una línea melódica ni una alternancia entre las secciones: más que discurrir el material coexiste y forma un todo compacto.
En la conclusión, cuatro juegos de campanas fueron situados en los dos niveles superiores del final de la sala, dos por piso, lo que produjo, en el momento conclusivo de redención, un efecto abarcador, expandiendo el ámbito sonoro desde el escenario a la parte superior de la sala.
Mónica Ferracani, es profesora de piano y egresada de la carrera de Canto Lírico del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, donde se desempeñó como maestra de técnica vocal. Fue laureada en concursos internacionales, como el Luciano Pavarotti Traviata, en 2000 y participado en una extensa lista de óperas, en el país y el exterior.
Director de orquesta y compositor, Christian Baldini estudió dirección orquestal y composición en la UCA y luego de concluir su maestría y doctorado en las universidades de Pensilvania y Nueva York fue elegido, entre 91 participantes de todo el mundo en el Concurso Internacional para Directores de Orquesta de Salzburgo. Ha hecho desde entonces una destacada carrera internacional como director y compositor en Europa y Estados Unidos.
En obras formalmente muy demandantes la orquesta mostró un sonido elaborado, preciso y sus secciones tuvieron gran ludimiento.
El programa evidenció el valor del patrimonio musical argentino y fue en sí mismo, una oportunidad de hacerlo llegar al público: se trata de obras poco o nada frecuentadas, y la posibilidad de acceder a ellas es algo altamente auspicioso.
Una vez más cabe agradecer la gentileza del personal de la Dirección Nacional de Organismos Estables en el Teatro Colón.
Eduardo Balestena