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Orquesta Estable del Teatro Colón

 

Un programa dirigido con energía, elegancia y precisión

Teatro Colón

Domingo 26 de marzo de 2023

 

Escribe: Alejandro A. Domínguez Benavides

 

 

(Fotografías Crédito Máximo Parpagnoli /Prensa Teatro Colón)

 

 

Orquesta Estable del Teatro Colón

Director invitado: Carlos Vieu

Flauta: María Cecilia Muñoz


Programa:


- Petit Suite (orquestación de Henri Büsser)–Claude Debussy


I. En bateau (Andantino) II. Cortège (Moderato) III. Menuet (Moderato) IV. Ballet (Allegro giusto)


- Concierto para Flauta y Orquesta en Re mayor, Op. 283- Carl Reinecke

I. Allegro moderato II. Lento e mesto III. Moderato


-Cuadros de una Exposición (orquestación de Maurice Ravel) -Modest Mussorgsky

I. Promenade II. Gnomos, III. Promenade IV.El viejo castillo V. Promenade VI. Tullerías VII. Bydlo VIII. Promenade IX. Ballet de polluelos en sus cáscaras X.Samuel Goldenberg y Schmuyle, XI Promenade XII. Limoges el mercado, XII Catacombae: Sepulchrum Romanum XIV La cabaña de Baba Yaga sobre patas de gallina XV La Gran Puerta de Kiev.

Calificación: Muy bueno


La Orquesta Estable inició la temporada con un atractivo programa. Primero fue la Petite Suite de Claude Debussy, escrita originalmente para piano a cuatro manos. Henri Büsser, amigo del autor, la orquestó en 1907. Büsser tenía diez años menos que Debussy. Ambos asistieron al Conservatorio de París y ambos ganaron el codiciado Prix de Rome. Si bien las composiciones de Büsser no cosecharon la aclamación -o notoriedad- de las de Debussy, tuvo una exitosa carrera como director. Vivió hasta bien entrado el siglo XX, muriendo a la edad de 101 años.

 

La Petite Suite logró, tempos suaves y suficiente color para evocar imágenes en cada nota. La Orquesta Estable le dio el sentido correcto a la obra. La interpretación, parecía flotar libre de la gravedad musical.

 

Hoy, la música de Debussy puede parecernos meramente de enorme belleza y colorida... Pero su escritura provocó una ruptura con las reglas de composición establecidas a través de cientos de años de práctica desde antes de la época de Bach, pasando por Mozart y Beethoven, hasta llegar a Brahms. La disonancia, ese choque de sonidos que produce tensión y que debe resolverse adecuadamente en una consonancia relajante (según las reglas), se convirtió en una oportunidad para un nuevo color. Y la batuta de Vieu logró transmitirlo indiscutiblemente.

 

Para concluir la primera parte se presentó la solista María Cecilia Muñoz, que ejecutó, el Concierto para Flauta y Orquesta en Re mayor, Op. 283 de Carl Reinecke, una verdadera curiosidad. Me animaría a afirmar que nunca se interpretó en el Teatro Colón. Las melodías del Concierto están entre dos autores que frecuentó su autor, el manejo del color orquestal propio Mendelssohn y la prominencia de la trompeta y el trombón y la escala general de algunos de los pasajes están más cerca del tono de voz de Schumann.

 

El primer movimiento, aunque ofrece muchas oportunidades virtuosas, también es notablemente dialógico. Hay llamada y respuesta entre la flauta y los metales y una serie de emparejamientos obbligato del solista con varios instrumentos de la orquesta.

 

El movimiento lento, Lento e mesto, es más oscuro, comenzando con cuerdas bajas tentativas y acordes siniestros en los metales. La declaración de apertura de la solista es solemne, y el siguiente dúo de flauta y violonchelo se vuelve lúgubre. En su clímax, el movimiento está lleno de patetismo en una escala sinfónica, aunque la sección de cierre extendida le brinda al solista tiempo para reducir la tensión emocional.

 

Después de un comienzo extraño en el modo menor, una última nube armónica pasajera, la orquesta dejó que la solista abra el camino en el tercer movimiento. Una y otra vez, la flauta agita los metales y las cuerdas en oleadas dramáticas de armonías y texturas que conducen a un final triunfal.

 

María Cecilia Muñoz, integra la Orquesta Estable, formada por Adriana Rodríguez en Buenos Aires y se perfeccionó con grandes maestros como Auréle Nicolet, de quien recibió un impulso decisivo para su desarrollo musical nos llevó con su flauta magistralmente, al universo de Reinecke a quién conocíamos a través de versiones discográficas.

 

En la segunda y última parte Cuadros de una exposición de Modest Mussorgsky Durante la vida de su autor, la suite para piano fue menospreciada por sus colegas. Los historiadores recuerdan que Rimsky-Korsakov publicó una partitura en 1886, cinco años después de la temprana muerte de Mussorgsky.

 

Fue esta versión, con algunos errores y las “correcciones” de Rimsky-Korsakov, la que el compositor francés Maurice Ravel orquestó en 1922 a pedido del director Serge Koussevitzky. Aunque desde entonces otros compositores han orquestado la suite original, la de Ravel sigue siendo la adaptación más popular por sus texturas inventivas: cuerdas estremecedoras y metales majestuosos.

 

En la espléndida ejecución de la Orquesta Estable destacamos la Promenade inicial solemne y excéntrica, el scherzo breve y juguetón de Tullerías, el ritmo bajo y pesado en Bydlo (ganado en polaco) que contrasta con una triste melodía popular, que las exuberantes cuerdas imbuyeron de trágica profundidad. ¿Quizás un guiño a la fugacidad y la monotonía de la vida campesina? Los ritmos caóticos en los instrumentos de viento de madera en el Ballet de polluelos en sus cáscaras. Y el final, La gran puerta de Kiev, una expresión de pompa y gloria, que refleja la devoción del autor por la cultura popular eslava, en un estado de ánimo de grandiosidad.

 

La Orquesta Estable del Teatro Colón tuvo una destacada actuación dirigida con la energía, elegancia y precisión a la que nos tiene acostumbrado el maestro Carlos Vieu.

 

Un párrafo aparte de censura merece los aplausos entre movimientos de parte del público. El maestro movía su mano izquierda para acallarlos infructuosamente, durante la primera parte del programa. Con calidez y firmeza antes de comenzar la segunda parte -me había imaginado una catástrofe un aplauso para cada cuadro le explicó al público aplaudidor a destiempo que los silencios tienen sus sonidos, necesarios para lograr una mayor concentración, guarden la energía de sus aplausos -dijo- para el final, si les gustó la obra.

 

Hace mucho tiempo que desde distintos medios sugerimos que así como se pide silenciar teléfonos y no tomar fotografías y filmaciones se recuerde cuando se debe aplaudir en una sala de concierto para poder disfrutar más plenamente de la función.

 

 

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