Merecido homenaje a Giacomo Puccini en el Colón
Muy buena versión de "Turandot"
Teatro Colón
Martes 21 de mayo de 2024
Escribe: Graciela Morgenstern
Fotos: Arnaldo Colombaroli (Teatro Colón)
"Turandot”, de Giacomo Puccini
Libreto: Giuseppe Adami y Renato Simoni Elenco: Veronika Dzhioeva, Marcelo Puente, Jaquelina Livieri, Lucas Debevec Mayer, Omar Carrión, Darío Schmunck, Carlos Ullán, Gabriel Renaud, Luciano Garay, Duilio Smirigliay otros.
Coro de Niños del Teatro Colón. Director: César Bustamante
Directora Asistente: Helena Cánepa
Coro Estable del Teatro Colón.
Director: Miguel Martínez
Orquesta Estable del Teatro Colón
Iluminación: Rubén Conde
Vestuario: Aníbal LápizEscenografía: Roberto Oswald, repuesta por Cristian Prego
Régie: Roberto Oswald, repuesta por Aníbal LápizDirector musical: Carlos Vieu
Como homenaje a Giacomo Puccini en el centenario de su fallecimiento, subió a escena "Turandot" en el Teatro Colón, en muy buena versión. El compositor la dejó inconclusa, ya que la muerte lo sorprendió cuando la estaba componiendo. Hasta ese momento, Puccini había creado los dos primeros actos y el tercero hasta la muerte de Liú. Luego, basándose en las anotaciones que había dejado, Franco Alfano completó la tarea, por encargo de Arturo Toscanini.
Desde el punto de vista musical, la composición pucciniana se caracteriza por su vanguardismo, incursionando en el pentatonismo y las disonancias. La obra cuenta con una nutrida percusión y momentos orquestales de gran opulencia.
La tesitura para el papel protagónico es tan difícil y desgastante, que hay pocas cantantes que lo pueden abordar con éxito. La mayor atención se concentraba entonces, en la actuación de Veronika Dzhioeva, debutante en nuestro medio. Su material vocal es importante, aunque no imponente. La zona aguda cumple con los requerimientos de su parte, el centro no es muy voluminoso pero lo utilizó con inteligencia, con una gama de matices que le permitieron transmitir el conflicto interno del rol. En suma, fue eficiente sin deslumbrar.
Marcelo Puente como Calaf, poseedor de una voz de color interesante, cantó y actuó de manera convincente. Aunque con algunas notas "empujadas" sorteó las dificultades de la zona aguada y el pasaje en sus arias "Non piangere, Liú" y "Nessun dorma" y en la escena de los enigmas. En general, realizó una muy buena actuación.
Excelente desde todo punto de vista fue la Liú de Jaquelina Livieri. Su expresividad, sentida y profunda, aunada a su timbre cálido y cristalino, con el que no escatimó recursos vocales: matices, filados y agudos seguros, resultaron en una composición conmovedora de su parte, que el público supo valorar, otorgándole la mayor ovación de la noche.
Lucas Debevec se desempeñó con dignidad escénica y vocal como Timur. En tanto, Omar Carrión, notable en su sólido y destacado trabajo, Darío Schmunck y Carlos Ullán, dieron vivacidad y humanismo a los papeles de Ping, Pang y Pong, respectivamente. El resto del elenco cumplió una buena labor.
El Coro y Coro de Niños desempeñan un papel de gran importancia en esta obra, al nivel de un solista más, ya que constituyen la voz del pueblo y comentan o describen las diferentes situaciones, por lo que hacen las veces de narrador. El Coro Estable realizó un trabajo de excelencia, bajo las órdenes de su director Miguel Martínez, con rotundez vocal en momentos de sonoridades plenas y canto delicado cuando la partitura así lo requería. Lo mismo puede decirse del Coro de Niños, a cargo de Helena Cánepa.
La Orquesta Estable también cumplió de manera óptima, bajo la dirección de Carlos Vieu, quien condujo con precisión, un cuidado equilibrio con los cantantes, con quienes parece respirar, lo que lo convierte en uno de los mejores directores de ópera en nuestro medio.
Uno de los puntos más atractivos de la función fue sin duda, la magnífica creación del recordado Maestro Roberto Oswald (1933-2013). Esta puesta, suntuosa e inmejorable, se presentó en teatros de diferentes países. Sus dos colaboradores más entrañables participaron en esta realización: Aníbal Lápiz, en una inteligente y respetuosa dirección de escena, reposición y diseño de vestuario y Christian Prego, como escenógrafo repositor. Una muestra más de la excelencia de la dupla Oswald - Lápiz que funcionó maravillosamente durante décadas. El vestuario diseñado por Lápiz, rico en colores y texturas, se complementó con las imágenes del Pekín antiguo, recreadas por Prego y transportó a la audiencia a una China mágica. La iluminación de Rubén Conde jugó un papel importante. La sensibilidad pictórica nunca decayó y fue una fiesta para la vista y la imaginación en cada escena, transportando al público a un mundo mágico.
CALIFICACIÓN: MUY BUENO